Cumpleaños ¿Feliz?

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Tons qué tranza papis? 

jajajajajajaja

Hace poco fue el cumpleaños de la todopoderosa Nakiri Erina. Recordé que tenía esto por ahí, esta historia ocurre en la misma línea temporal de Shokugeki No (?), tiene algo de spoiler, pero que considero no es como que vaya a afectar la historia anterior xD, pero igual les aviso para que no vayan a decir que no les dije.

No les prometo que esta historia sea grandiosa, porque llevo tiempo sin escribir, estoy oxidado.










El tiempo era demasiado extraño, todavía no podía deducir a ciencia cierta como operaba el destino, pero a ella no le molestaba en lo absoluto. Nakiri Erina apreció una fotografía vieja que había en su viejo álbum familiar; en ella, se retrataba una escena desolada y melancólica de una niña de no mayor a los cinco años, sentada a la hora de la cena, comiendo al lado de su abuelo. La sola idea de la foto era dulce, pues el amor de un abuelo y un nieto debía sentirse como algo especial, pero, Erina pensó que, durante su infancia, solo fueron su abuelo y ella, juntos, todos los días; cenando en el comedor de la mansión, el que normalmente tenía unas diez sillas sin ocupar.

Años después y no se imaginaba que su buen karma la premiaría con una hermosa familia; un esposo amoroso y atento, quien le daría a unos hijos maravillosos.

—Te veo muy distraída ¿Estás bien, cielo?

Nakiri Erina levantó la mirada para buscar la voz de su intruso, Yukihira Soma. Lo encontró recostado en el marco de la puerta, con la sonrisa tenue y los ojos enternecidos al verla, le provocaba (como siempre) un agradable cosquilleo en el pecho. Ella le hizo una señal para que se acercara y él así lo hizo. Ella le enseñó el álbum de fotografías que tenía en su regazo, atesorando algunas fotografías de sus hijos cuando apenas eran unos renacuajos.

Soma sonrió, pero le pareció muy temprano para estar mirando el álbum familiar, se asomaba la luz del sol por la ventana, eran apenas las 6:30 de la mañana. Erina era una mujer de horarios, no le gustaba dormir de más y menos un día de semana, pero ese día en particular, era muy diferente de otros y podía permitirse la libertad de seguir arrullada entre las sábanas de su cama, pero no lo hizo. Algo debía andar rondando en su cabeza como para mantenerla despierta tan temprano.

Su esposo se cuestionó ¿Qué tendría a la cumpleañera tan melancólica en un día tan importante como ese?

—Pensaba...—murmuró ella, hojeando las páginas—, que han pasado muchas cosas. Nuestros hijos ya no son unos niños.

Ella volvió su vista al álbum. Algunas fotos, quizá sus favoritas, hacían que sus ojos brillaran con hermosura: El primer diente de su pequeño Erick, de cómo el niño esperaba recibir una fortuna por un diente que -según él- debía valer demasiado por ser del portador de la Lengua Divina; el primer día de Tamako en el prescolar y todas las lágrimas que tuvo que derramar porque la pequeña princesa no quería estudiar. En otra, Erick alzaba su título de sobresaliente de la escuela; y estaba la vez que Tamako pintó sobre las paredes blancas de la mansión. Una última fotografía mostraba a su abuelo, Seanzedomo, sosteniendo en sus fuertes brazos a sus hijos. Esa foto, en especial, la quemaba; ya cumpliría cinco años sin el cariño de su abuelo y sin sus felicitaciones.

Ya pesaban los años; las cosas iban y venían. Muy en el fondo, Erina hubiese deseado mantener a su familia en una cajita de cristal que fuera a prueba del tiempo, deseaba haber tenido más tiempo para atesorar las cosas que hoy en día le hacen falta.

—Quizá debería dejar de verlas —acató ella, convenciéndose de que eso solo haría una grieta triste el día de su cumpleaños.

Soma le besó la frente con dulzura, consolándola.

Feliz Cumpleaños, Erina (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora