[Capítulo 2]

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— Bajalo.

Una voz grave y serena resonaba en la cabeza del joven, envolviendo el aire con una solemnidad que parecía palpable. Su tono era tan serio que provocaba un escalofrío que se deslizaba sigilosamente por la columna vertebral de aquellos que tenían el privilegio de escucharla, dejando una sensación de intranquilidad en su estela. Era como si cada palabra pronunciada llevara consigo un peso inmenso, infundiendo respeto y reverencia en el joven al cual tenía amenazado.

Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, el joven bajo el arco, sus dedos temblando ligeramente por la tensión del momento. Con determinación en sus ojos, se preparó para enfrentar al desconocido que osaba amenazarlos, dispuesto a defenderse con todas sus fuerzas. Sin embargo, justo en el momento crítico, sintió cómo la fría presión de la espada contra su cuello se desvanecía, liberándolo de su amenaza inminente. Un suspiro de alivio escapó de sus labios mientras el peso del peligro se disipaba, dejando lugar a un profundo sentimiento de gratitud por haber sido salvado del abismo del peligro.

Cuando sus ojos se encontraron con el rostro felino de aquel que apenas unos segundos antes lo había tenido amenazado, una oleada de emociones lo inundó por completo. En ese instante, parecía que el universo entero se había detenido y que las estrellas mismas brillaban con una intensidad renovada. Los rasgos fuertes y felinos del desconocido, junto con su cabello largo y de un tono café claro que enmarcaba su rostro, lo dejaron sin aliento. Cada detalle de su apariencia parecía haber sido esculpido con precisión y gracia, como si fuera una obra de arte viviente.

Pero lo que realmente lo dejó atónito fue la mirada profunda que emanaba de aquellos ojos del mismo color que su cabello. En ellos, podía sentirse sumergido, como si estuviera contemplando un vasto océano de emociones y pensamientos. Cada mirada parecía penetrar en lo más profundo de su ser, revelando capas ocultas de su propia alma.

En ese momento, se dio cuenta de que estaba frente a alguien extraordinario, alguien que trascendía lo común y lo corriente. La presencia de ese hombre despertó en él una sensación de admiración y reverencia, como si estuviera frente a un ser de otro mundo. Y en medio de su anonadamiento, comprendió que aquel encuentro cambiaría su vida para siempre.

— ¿Q-quién es usted? — Su nerviosismo era muy notorio, sus piernas levemente temblaron y su vista no podía quitarse del hombre enfrente suyo.

El joven de rasgos felinos bajó lentamente su espada, como un gesto de paz y reconciliación en medio de la tensión palpable que había llenado el aire. Con una elegancia natural, inclinó su cuerpo en una reverencia profunda, casi como si estuviera pidiendo perdón por el susto que había causado.

El gesto de disculpa del joven resonó en el silencio que había caído sobre ellos, su sinceridad evidente para el joven delante suyo. Era como si con ese simple acto, estuviera tratando de borrar las tensiones del momento y comenzar de nuevo en un tono de paz y entendimiento mutuo.

— Lamento mucho el incidente.

La voz nuevamente.

— Pero mi señor está por esta zona del bosque, no puedo permitir que por algún error alguna flecha llegue al el.

Aunque sabía que prácticamente estaba siendo despedido del lugar, decidió no oponer resistencia. En lugar de eso, simplemente inclinó la cabeza en señal de respeto y se retiró en silencio. Sentía que la presencia del joven de rasgos felinos lo ponía muy nervioso, y ya no quería continuar experimentando esa incomodidad. Así, dando un último vistazo al lugar, se alejó con la esperanza de dejar atrás aquellos sentimientos que lo habían perturbado.

Cuando regresó al punto de encuentro con su hermana, se tomó unos minutos para reflexionar sobre cómo aquel hombre le resultaba tan atractivo. Se preguntaba cómo era posible que su corazón comenzara a latir más rápido en ese mismo instante, cómo sus pensamientos se desviaban hacia él de manera involuntaria. No entendía qué le estaba sucediendo, pero tenía la sensación de que era incorrecto.

No solo se sentía culpable por el hecho de que el hombre parecía ser un siervo, sino también porque era un hombre, al igual que él. Esta confusión lo llenaba de conflicto interno, desafiando las normas sociales y sus propias convicciones. A pesar de todo, no podía negar la atracción que sentía, lo que lo sumía en un estado de turbación y desconcierto aún mayor.

— Jisung-a!!! — El grito de su hermana que volvía arrastrando un ciervo que no parecía joven, sino uno grande, logro sacarlo por completo de esos pensamientos que le llenaban la cabeza.

— Hee Noona como pudiste cazar esto?!

— ¿¡No tienes nada?!. Eso significa que gané!!! — Comenzó a dar saltitos leves de felicidad que hicieron reír a su hermano mayor.

Mientras tanto, en la distancia, alguien los observaba con atención, buscando información sobre ellos. No era una simple casualidad; los hermanos Han estaban siendo espiados. Mientras tanto estos seguían  absortos en sus propios pensamientos y preocupaciones, sin sospechar siquiera que estaban siendo observados de cerca. La persona que los acechaba permanecía oculta, esperando pacientemente el momento adecuado para revelarse y desatar una serie de eventos que cambiarían el curso de sus vidas para siempre.

[...]

— Señor Han. — Dijo el imponente soberano delante suyo.

— ¿Pasa algo, Su Majestad? ¿Por qué solicitó mi presencia con tanta insistencia? — La voz del hombre temblaba ligeramente mientras se dirigía hacia la imponente figura del monarca, quien lo esperaba en la vasta sala del palacio real. La atmósfera era tensa, y el hombre se sentía abrumado por la magnitud del lugar y la hora intempestiva en la que había sido escoltado por los guardias reales hasta allí.

— Yo... Necesito su ayuda. — El monarca comenzó a hablar con una voz cargada de seriedad y urgencia, mientras se levantaba de su majestuoso trono con una gravedad que reflejaba la importancia del momento. El hombre, aún más desconcertado por la inesperada acción del rey.

— Dígame, Su Majestad, haré todo lo que me pida. — El hombre respondió con firmeza, dispuesto a cumplir con cualquier solicitud que su monarca le hiciera, aunque aún no sabía cuál sería.

Una risa burlona escapó de los labios del monarca, provocando un escalofrío que recorrió la espalda del hombre, quien se sintió momentáneamente desconcertado por la reacción del rey.

— ¿Todo? — Preguntó el monarca con una mezcla de incredulidad y diversión, consciente de que la petición que estaba a punto de hacer era más probable que fuera denegada, lo que le causaba cierta hilaridad.

— Sí, Su Majestad, haré lo que usted desee. — El hombre respondió con determinación, manteniendo su compromiso de servir a su monarca sin cuestionamientos. Aunque sabía que la tarea que se le encomendaría podría ser desafiante o incluso peligrosa, estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío en nombre de su rey.

El miedo tiene el poder de hacer que las personas hablen sin pensar. Cuando se ven enfrentadas a situaciones intimidantes o amenazadoras, es común que las palabras fluyan impulsadas por el pánico en lugar de la razón. En momentos de temor, la mente puede nublarse y la lógica ceder ante la urgencia del momento.
Este hombre estaba a un punto en el cual ya no podía volver atrás por el miedo que el impotente rey causaba en el.

— Dame a tu hija en matrimonio.

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⏰ Última actualización: Mar 29 ⏰

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