Jules no es de las que se quedan calladas, siempre tuvo una boca muy suelta y tal vez eso fue lo que la llevó a ser la nueva perra de los hermanos Volkov.
Ella; una prostituta comprada por dos rusos con fetiches turbios y moralidad dudosa. Ellos; m...
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Luego de cinco minutos, el incesante sonido de campana antigua del por fin cesa.
No puedo deducir la hora, es complicado para mí leer este enorme reloj con números romanos, pero es de noche y sé que es bastante tarde porque los párpados me pesan demasiado.
He intentando dormir en la cama de Maxim varias veces, pero la paranoia me juega en contra y el sentir como varios ojos imaginarios me observan en cada momento y acciones que haga, me prohíbe obligar a conciliar el sueño. Además, estoy sola en una habitación cinco veces más grande que mi antiguo cuarto, esto hace que los ecos sean más fuertes de lo que deberían.
Por lo que se me ha ocurrido la idea brillante idea de dormir en el sofá del vestíbulo, aun con la camisa blanca de Maxim en la espera de alguien.
Ya han pasado dos horas y es en este momento que por fin logro observar la presencia de otro ser humano en este maldito castillo gigante.
El hombre alto camina recto, entrando por la puerta principal, dejándome sentir por un corto periodo de tiempo el frío invernal. La persona con traje negro tiene la mirada fija en las escaleras, aunque en el momento que repara en mi presencia esto cambia.
—¿Qué mierda miras?—encaro, frenado el camino que recorren sus ojos verdes por mi cuerpo.
El hombre carraspea y así como llega se va, sin modular una sola palabra, huyendo por las empinadas escaleras de la izquierda hasta llegar al tercer piso.
Suspiro resignada.
No soy buena dando primeras impresiones, pero le hubiera preguntado por el paradero de los chicos.
—¿Por qué tardan tanto?
—Hay que dejar que piensen eso, no nos afectará en nada mientras no rompan el acuerdo…—la imponente voz de Víktor, cargando con una tonalidad de orden que me hace estremecer.
Apenas si van veinticuatro horas desde nuestro primer encuentro y aún no he logrado descifrar nada de este enorme sujeto. Solo puedo decir que simplemente parece ser un maldito imbécil.
La mirada de ambos queda pausada en mí, olvidando parcialmente el tema de la charla y debido a que nadie dice nada me voy levantando de la comodidad del sofá; titubeando, con una repentina ansiedad que sus penetrantes ojos azules causan al mirarme con fijación.
—¿Por qué carajos me dejan sola? Es muy aburrido—pronuncia como una leve queja, acercándome a ambos.
Mi primera intención es ir con Maxim, como si su cuerpo fuese un imán para el mío, haciendo el amago de apoyar mis manos en su pecho, deseando tener ese cálido abrazo que siempre me da.
Pero al parecer soy aceite y él agua, puesto que esquiva mi cuerpo con un leve empujón que le da a mis manos, apartándose de mí para ir directo a su cuarto, sin siquiera pasar sus ojos en mí.