Risas y el sonido de pequeñas pezuñas contra la madera se podían oír por los pasillos del gran castillo, los hermanos corrían uno tras el otro felices, ya que huían de la pobre mujer que intentaba llevarlos a tomar un baño.
Los hermanos no eran niños que desobedecían a sus padres o a sus nanas, simplemente les gustaba ser juguetones de vez en cuando.
Mark soltó un balido agudo cuando su cuerpo fue rodeado por las manos de la mujer la cual reía y sonreía victoriosa por haber atrapado al mayor de los hermanos.
El pequeño Thomas baló eufórico intentando ayudar a su hermano a "escapar" de su nana, pero la mujer fue más rápida, logrando tomar al más pequeño.
— Nana solo un rato más de juego ¡Por favor!
— Ya han jugado demasiado jovencitos, su madre me dijo que debían tomar sus clases, ¡Pero miren todo el lodo que tienen en las pezuñas y manos!
— Lo sentimos nana. — dijeron los gemelos al unísono, está vez ella había ganado.
Ambos fueron depositados en la bonita bañera circular que se encontraba ya llena de agua calientita que ayudó a relajarlos, las suaves caricias a sus cabecitas y recientes pequeños cuernitos lograban relajarlos.
Podían oír como su nana cantaba para ellos mientras les bañaba.
— Ahora sí, ambos son unos corderitos limpios.
Los gemelos balaron felices mientras tomaban cada uno su toalla para enrollarse en ella, esperando por su nana.
La mujer tomo con cuidado a ambos y camino hacia la habitación de los gemelos donde dejo a cada uno sobre sus camas, tomaba unas cuantas prendas del armario de ambos dándoselas .
— Nana, ¿Dónde está mamá?
— La reina me dijo que tuvo que ir con su padre hoy a una reunión con unos señores muy... — alargó la última letra mientras secaba el cabello a los pequeños. — ...aburridos.
Rio acariciando suavemente los mechones blancos del mayor de los hermanos.
— Menos mal nos hemos quedado — dijo mark riendo.
— Menos mal, pero no crean que se saltarán sus clases.
La chica sonrío besando suavemente sus frentes para dejarles solos mientras preparaba una que otras cosas con el tutor de los menores.
Los corderitos a pesar de su corta edad, ya lograban vestirse ellos solitos, pero aún que a veces necesitaban ayuda del uno al otro.
Pero, por otro lado, una carroza finalmente llegaba al castillo, los guardias y sirvientes se acercaron de prisa para ayudar a los reyes.
Ambos agradecieron mientras comenzaban a caminar hacia lo más alto de las montañas donde se encontraban los consejeros del reino que esperaban por sus noticias.
— Rey Abel, nos alegra que haya regresado a salvo, por favor díganos más sobre la situación.
— La situación se está volviendo peligrosa, el bosque fue conjurado por nuestros antepasados y por los brujos del norte. Pero parece que alguien logró romper la barrera y al menos avanzar hasta el límite.
— ¿Hablo con ellos?
— Si, aún que nos negaron que fueran ellos, diciendo que no tenían razones como para hacerlo. — dijo con seriedad la reina.
— ¿Creen que se trate de otro clan de brujos?
— Imposible, es magia arcaica del clan del norte, es imposible que otro clan logre romper la barrera tan fácilmente y si eso hubiera sido, yo hubiera sido el primero en saberlo. — el rey suspiró.