No había pasado mucho tiempo desde la toma del castillo, por suerte habían logrado escapar a tiempo, aún que a veces las pesadillas acechaban la mente de la mujer.
Pero por suerte había logrado escapar con el otro cabrito, pero aun así no podía dejar de pensar en los reyes, en el pueblo destrozado y....
— Nana tengo hambre.... — Volteo a ver al pequeño corderito, se miraba triste y demacrado.
— Déjame prepararte algo cariño.
Tuvo que vender los aretes de oro que la reina le había dado cuando recién había llegado al castillo, con el suficiente dinero había logrado rentar una casita en el pueblo donde encontraron refugio.
Al menos lograron pasar desapercibidos, al ser una híbrida oveja, era un tipo de híbrido casi común, pero estaba preocupada por el pequeño, las cabras no eran comunes en pueblos bajos, solo en los pueblos de montaña y además contando el pelo blanco y ojos rojizos, la gente sabría que no se trataba de un híbrido común.
Tuvo que limar los cuernos cada semana evitando que empezarán a enroscarse, dejo que el pelo del pequeño creciera hasta que finalmente llegó hasta la mitad de su espalda, no le ponía objeción a la ropa que el pequeño decidiera usar. A veces usaba pantalones o a veces vestidos largos.
Ella solo quería que el pequeño fuera feliz.
— ¡Nana! — el pequeño baló corriendo hacia la mujer que se encontraba teniendo la ropa que le habían encargado para lavar.
— ¿Pequeño que sucede?
— ¿Puedo salir a jugar con los demás niños? — la mujer no vio ningún problema en ello así que sintió mientras peinaba los largos cabellos del pequeño.
Vio correr emocionado al pequeño hacia el frente de la casa donde había unos híbridos venados, mapaches y vacas jugando entre ellos.
Suspiro aliviada pensando que al menos el cabrillo había logrado hacer amigos rápidamente, por un momento pensó que el niño estaría triste durante más tiempo, pero...
— El post trauma fue simplemente olvidar que todo eso ocurrió, dejándole una laguna de recuerdos borrosos...
La híbrida salto dándose la vuelta para encontrarse con el híbrido toro que le había ayudado cuando llegaron al pueblo y que actualmente era su pareja.
—¡Me has asustado! — golpeó con la sabana que tenía en las manos el pecho del hombre, el cual simplemente reía mientras abrazaba a la híbrida con cariño.
— ¿Cómo sigue tu cabeza?
— Los dolores están mejorando un poco, gracias.
La chica sonrío cansada, al menos se sentía comprendida y amada con aquel hombre, cuando pasaron a algo serio le contó sobre su pasado, pero sin especificar que el cabrillo fue parte de la familia real.Sabía que era peligroso revelar cosas sobre el pequeño.
— Tranquila, al menos su cabecita ha hecho lo correcto, es mejor olvidar que recordar... — La mujer no se sentía muy segura de eso, pero decidió darle la razón al hombre.
— He terminado de tender la ropa, ven, te daré de cenar.
Ambos adultos se dirigieron dentro de la casa, pero vigilando al pequeño por la ventana de la cocina, pasaron los minutos y las horas entre pláticas y algún que otro mimo hasta que finalmente la noche cayó.
La mujer llamo desde la puerta al pequeño, debía darle un baño y llevarlo a dormir, el pequeño no se rehusó, se despidió de sus amigos y entro corriendo a la casa saludando al híbrido toro que comía tranquilamente un pedazo de tarta de manzana.