Años de oro

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-> Daniel

Los siguientes dos años fueron iguales.

Aaron conocía a otra chica de otro grupo y la llevaba a canchas para darle besos. A mí me salían granos hasta en la espalda, la pubertad estaba jodiendome la cara y la voz.

Me volví más callado y mucho menos atractivo de lo que me gustaría admitir. Aaron padeció de desafinación un par de semanas y luego la voz le maduro mucho.

– Suenas bien – le dije mientras me miraba en el espejo, tenía que hacerme desaparecer la mayor cantidad de imperfecciones antes de salir. Él estaba sentado en mi silla giratoria, dando vueltas con la cabeza colgada hacia atrás mirando el techo.

– Es como si me hubiera comido a un señor de ochenta años y quisiera hablar a través de mi. – Se quejó, pero a mí solo me pareció una melodía a la que me iba a volver adicto porque Aaron siempre se quejaba de algo.

No le preste la atención suficiente a todo lo que dijo después, y se dió cuenta. Me lanzó una almohada y me miró mal. Mientras tenía los ojos puestos en mi, me revolvió el cabello azabache y sonreí.

– ¿Me estás escuchando? – preguntó poniéndose de pie para acercarse a mi. Negué lentamente y luego tome mi chamarra que estaba debajo de él en la silla. – Dije que debería de haber algo para quitarme ésta voz de señor.

– No creo que lo haya, y si lo hay, debe ser algún invento experimental que pueda matarte. – Me puse la chamarra y camine hacia la puerta. Íbamos al cumpleaños de su novia actual, Melany. – Así que deja el lloriqueo y pon a esos pies a andar.

Aaron podía ser muy necio a veces y cuando se le metía una idea en la cabeza, no dejaba pasar cualquier oportunidad de contarle a cualquiera que se le atravesará. Fue por eso que en todo el cumpleaños lo único que escuché fue de su idea tonta sobre tomar algo para que su voz de niño regresará ¿acaso no sabía lo bien que se escuchaba? ¿es que Melany jamás se lo había dicho?

La casa de Melany tenía dos pisos y piscina. La mayoría de casas tenían dos pisos, pero la de Melany resaltaba porque la habían construido con un diseño moderno que amenazaba con él tradicional pueblo en donde vivíamos. A mí me molestaba que la gente no tuviera conciencia de dónde estaban viviendo y quisieran hacer una casa esplendorosa en medio de un pueblo barroco. Melany era un poco molesta.

Castaña clara con ojos avellana, la nariz pequeñita y los labios finos. Se maquillada las cejas para que parecieran más delgadas, y se ponía rubor como para dos meses. Era muy guapa y a veces me hacía reír, pero eso no significaba que su homofobia no me molestará.

Ocurrió la primera vez que nos vimos. Aaron me había citado en el parque para presentarme a su novia, como si yo tuviera que aprobarlas o algo así. Yo llegue más temprano de la hora propuesta, así que los espere sentado en una banca cerca de una fuente. Ellos llegaron mucho más tarde de la hora acordada y, en cuanto Melany me vio, se giró a Aaron y le susurró algo. Mi buen amigo Aaron, que en es emomento odié, me miró y dijo:

–¿Verdad que no eres gay?

A lo que yo me ofendí, porque sinceramente, me asustaba que Aaron lo supiera. Que se diera cuenta de que no me gustaban las chicas, ni sus pechos, ni su cabello largo, ni sus pestañas bonitas. Me gustaba él. Así que respondí:

– ¿Eso sería un problema para ti?

Pero antes de recibir una respuesta de Aaron, Melany se adelantó y dijo:

– Para mi lo sería, me molestan los degenerados.

Bueno, supongo que la mire muy mal porque Aaron no tardó en llevarse lejos a esa arpía homofobica vómito de rubor. A la semana siguiente ella fue a mi casa y me pidió perdón, claro que yo no la perdone, le mentí y le dije que si la perdonaba, pero lo hice solo por Aaron.

First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora