Parte 1

21 3 0
                                    


He conseguido algo por lo que muchas mujeres siguen luchando hoy en día (contra las órdenes de nuestro querido presidente de peculiar altura, cuyo nombre no vale ni la pena mencionar), durante esta novedosa década del 60, aun en pañales: la capacidad de mantenerme sola con el fruto de mi trabajo. Pero aquellas mujeres, aunque admirables, procedían de cunas de oro y aspiraban a cubrir oficios dignos y sofisticados, rara vez recordaban a las mujeres que lavan sus ropas, cocinan su almuerzo, o, como en mi caso personal, escriben las cartas de amor que consiguen enamorarlas.

No me malinterpreten, amo varios aspectos de mi trabajo. Es apasionante descubrir las vidas de las personas y chismear sobre ellas, o tener la oportunidad de embelesar a una bella dama con la delicadeza de mi prosa. Sin embargo, tengo un callo enorme en el dedo corazón de la mano derecha, la cual tiene un tono inusualmente negruzco a causa de toda la tinta que he manipulado en mi corta vida, y un continuo ruido en el estómago a causa del hambre.

Este es un negocio más sacrificado de lo que muchos pensarían, aún más si te aventuras en el sin compañía. Aunque bueno, claro, esta, papá... pero desde hace rato que comete graves errores en los encargos que le corresponden, los relacionados con asuntos formales alejados de lo poético. Se encuentra ensimismado en un mundo externo al terrenal y empapado en un continuo olor a alcohol, que solo resultaba positivo cuando lograba quitarme las ganas de llevarme algo a la boca.

Aquel hombrecito, empequeñecido por la edad y el dolor perpetuo, con surcos en el rostro y canas en el cabello y bigote, prófugos del peine, era muy diferente hasta hace poco tiempo atrás.

Cuando falleció mi amada madre, Carolina, la bella, como algunos la apodaban en el pueblo, una parte del corazón de mi padre se desintegró y nunca logro repararse. Digamos que apenas logro unir los pedazos desparramados dentro de su alma para soportar la calamidad durante los años en los cuales transcurrió mi desarrollo. Fue, sin duda, un padre ejemplar: cocinaba, limpiaba, cepillaba mi pelo, me llevaba a la escuela, inculco en mí el amor por la literatura y me hizo una mujer honrada. Al alcanzar la mayoría de edad, papá decidió dejar de luchar tras ver cumplida la promesa que en silencio le había hecho a su mujer, y se dejó arrastrar hasta las profundidades de un lugar donde se encuentran los muertos en vida.

De dicha forma he terminado dirigiendo un negocio de venta de antigüedades y redacción de cartas. Debía evaluar las ofertas de los vendedores, generalmente viudas con gustos distintivos y exuberantes colecciones de monedas antiguas o cosas así, o algún afortunado que había encontrado un tesoro del tiempo tirado en un rincón inhóspito de su propio hogar, y todavía, después debía hallar compradores no demasiado tacaños. Para complementar, continúe el emprendimiento paralelo de mi padre, escribiendo cartas para los analfabetos, o quienes aunque sabían leer y escribir, no podían generar más de dos frases complejas en un papel, con el propósito de enviarlas a familiares, solicitar trabajo, y mi favorita: encontrar solución a los asuntos del corazón.

Eran labores monótonas, que apenas lograban llenarme el estómago y cubrir los gastos de alcohol de mi padre, que solía tomarlo a indiscreción como si él lo hubiera ganado con el sudor de su frente.

El sorpresivo giro del destino ocurrió tras la aparición de un cliente en particular, el señor Bernardo, proveniente de una de las pocas familias adineradas del pueblo.

Apenas conocía a ese hombre, lo habría visto si a caso una o dos veces de reojo en la calle. Aun así, lo identifique en el momento en el que abrió la puerta y la campanilla de la puerta produjo su distintivo sonido.

Me levanté del escritorio donde me encontraba escribiendo un encargo reciente, sacudí delicadamente la falda de mi modesto vestido, y fui a recibirlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 31 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Rocío de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora