Akira Gojo, nació de un matrimonio arreglado entre dos Clanes muy poderosos, para así poder crecer sus riquezas.
Akira nació con grandes habilidades. Una gran fuerza física y una energía maldita algo grande, pero... No siempre el tener mucho poder e...
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— Hay una maldición. —dijo Megumi, viendo el edificio frente a él, el cual desprendía energía maldita.—
— ¡Mentiroso! —se quejaron al mismo tiempo Kugisaki e Itadori.—
— ¡Esto no es Roppongi!
— ¡No juegues con los provincianos!
— Hay un enorme cementerio cerca, y sumando al edificio abandonado, surgió una maldición. —habló Gojo.—
— ¿Sí son más comunes entre las tumbas? —preguntó Itadori.—
— No es por el cementerio en sí. Se debe al hecho de que la gente siente aversión por los cementerios. —explicó Megumi.—
— Pasaba algo parecido en las escuelas, ¿no?
— Un momento. —intervino Kugisaki.— ¿No sabe algo tan básico?
— Verás... —habló Megumi, tomándose su tiempo para poder resumir lo que había pasado.—
— ¡¿Se tragó el objeto maldito especial?! ¡Que asco! ¡Es absurdo, insalubre y asqueroso! ¡No, no, no!
— ¡¿Qué dijiste?! —se quejó Itadori.—
— Concuerdo. —apoyó el pelinegro.—
— Vamos, no sean así con Itadori. —defendió Akira.—
— ¡Akira! ¡Eres la única que me entiende! —dijo Itadori, en un tono dramático, para luego abrazar a la pelirroja por detrás.—
— Quiero saber de qué son capaces. Considérenlo un experimento de campo. Nobara, Yūji, exorcicen la maldición del edificio.
— ¿Qué? Pero creía que sólo una maldición exorciza a otra, ¿no? Yo no sé nada de hechicería.
— Ya eres prácticamente mitad maldición. Pero como nadie podría aprender a canalizar de un día para otro, usarás esto. —dijo, entregándole una arma maldita.— Se llama demonio asesino. Está impregnado con energía maldita, funcionará contra maldiciones.
Akira y Megumi reconocieron la arma maldita, quedando un poco sorprendidos.
— Oh, y algo más. No dejes salir a Sukuna. Aunque acabarías con cualquier maldición cercana, también podrías involucrar a inocentes.
— Entendido. No dejaré salir a Sukuna.
— ¡Apurate! —gritó Nobara.—
— ¡Voy, voy!
Kugisaki e Yūji se adentraron en el edificio, su misión ya había comenzado.
