Samael miraba fijamente el Edén desde las alturas. Examinando su entorno y admirando lo que su padre había creado. Pero seguía sin despegar un ojo de aquel humano. No sabía por qué, pero se sentía atraído por él de alguna manera.
Su cabello castaño y esos ojos con una mirada de ilusión. Sentía atracción a ellos. Era como ver una hermosa pintura que quería inspeccionar a profundidad.
Con entusiasmo se alejó de donde tanto miraba, corriendo hacia donde solía tomar sus escapadas. Pero rápidamente fue detenido por cierta figura de autoridad.
"Samael, mi ser de luz. ¿A dónde con tanta prisa?" Cuestionó el señor de la paz, Dios. Cosa que alertó al ángel. Su mirada fue lentamente hacia su padre.
Rio con nervios. ¿Qué le debía de decir? Obviamente no revelaría sus planes. Pero por otro lado se sentía mal de mentirle a su padre. Le había prometido no cometer pecado. Aún que, había una voz en su cabeza qué le repetía que una pequeña mentira no haría daño.
"Hola, papá. Solo estaba yendo a ver a los demás ángeles. Probablemente ir a ver a Miguel. Ya sabes cómo me gusta convivir..." su mirada fue hacia otro lado, ignorando completamente la ceja elevada de su padre. Escucho un suspiro.
"Ok, pero ten cuidado. Podrías caerte o lastimar a alguien si corres de esa manera". Samael asintió, despidiéndose con un movimiento rápido con su mano. Se retiró del lugar tranquilamente hasta que pudo salir del ojo de su padre para correr nuevamente hasta su destino.
Dios volvió a suspirar. Movió su cabeza en negación. Sabía que su hijo podía ser impulsivo y curioso. Solo esperaba pudiera poner esa curiosidad a raya.
Samael rio. Había podido escapar del ojo de su padre. Con emoción desplegó sus alas. Tomando rumbo hasta el Edén.
Sus pies pisaron delicadamente el pasto, aterrizando en el lugar. Su vista se iluminó. Sin duda que ese lugar era bello.
Rápidamente sus instintos se pusieron alerta al escuchar un ruido. No era un sonido humano si le preguntaban. Con curiosidad fue hasta donde ese ruido provenía. Era un estanque, habían patos ahí. Sus ojos se iluminaron. Con velocidad fue hasta la orilla sentándose sin nada de cuidado. Esos animales a ojos de Samael eran tan... preciosos.
"¡Lilith, ya te dije que sí!" Escucho a lo lejos. Poniéndolo alerta. Rápidamente se alejó del lago, escondiéndose detrás de uno de los árboles.
"¡Tienes que venir y convivir. Además de comer!" Dijo una voz femenina con obviedad.
Los ojos de Samael visualizaron una cabellera rubia y otra castaña. Ambos se miraban con desagrado. Sus ojos volvieron a iluminarse. "Alastor..." pensó.
"Si, te escuché". Dijo sonriéndole con descaro. Lilith lo miró ofendida. Pero luego suspiro.
"Alastor, solo quiero que comas. Te la pasas con los animales y olvidas comer". Se cruzó de brazos sin dejar de mirar al otro.
Alastor desvió su mirada. Hasta cierto punto, tenía razón.
"Tienes razón. Pero solo déjame quedarme aquí un rato. No me gusta estar en el mismo lugar siempre". Su sonrisa de descaro se fue tornando en una con simpatía, mostrando sus puntiagudos colmillos. La rubia le sonrió únicamente con sus labios.
"Nos vemos en un rato". Elevó su mano en despedida. Dejando finalmente solos a Alastor y a Samael.
El ángel dejó su sorpresa por aquella discusión, enfocando nuevamente su mirada en el chico de linda sonrisa. El cual miraba el estanque sin dejar de sonreír. Samael sonrió de igual manera.
Samael quería verlo más de cerca. Por algo era su llegada al Edén. Pero debía pensar en una manera de acercarse sin sospechas. Debía ser lo más discreto posible.
Sus ojos se abrieron en una idea.
Un pato blanco apareció en el estanque. Un color que nunca había sido visto en el Edén. Supongo que Samael no pensó en este detalle.
El pato blanco graznó varias veces. Llamó la atención de Alastor. Los ojos del humano se abrieron en sorpresa al ver los colores del animal. Era un color nuevo. Rápidamente se puso de rodillas, acercándose a la orilla del estanque, sin despegar su vista del pato.
Samael volvió a graznar. Escucho una pequeña risa de parte del otro. El ángel miró al castaño sorprendido. Esa risa era como una exquisita melodía. Quería seguir deleitando sus oídos.
Sus alas comenzaron a aletear, creando ondas en el agua. Dejando maravillado a Alastor. Pero aquel aleteo hizo que una pluma volara, cayendo elegantemente en el estanque. Las ondas hicieron que aquella pluma fuera hasta la orilla, llamando la atención del que veía el espectáculo. Su vista fue hacia la pluma, mirándola con asombro. Delicadamente tomó aquel regalo del ave. Dejó salir una sonrisa, volviendo a mostrar sus dientes.
Samael había logrado su cometido, nuevamente.
Alastor dirigió su mirada hacia donde el pato se hallaba. Pero el animal ya no se encontraba ahí.
Comenzó a elevarse, volviendo a estar de pie. Debía contarle a Lilith sobre aquel hallazgo. Con ilusión corrió a donde ella se encontraba, sin soltar ni perder de vista la bella pluma del pato.
El ángel recargado en un árbol, sonrió. Le había alegrado el día. Ya había cumplido su propósito de la semana.
Sus alas habían sido desplegadas. Tomó rumbo hasta el cielo. Retomaría sus tareas. Ya habrá otro día para ver nuevamente a su ciervo.
Al llegar arriba inspeccionó sus al rededores. Sin encontrar a nadie que pudiera ver lo que acababa de hacer. Corrió y volvió hasta donde los demás ángeles, como si nada hubiera ocurrido.
Lo que Samael no sabía es que hay un Dios que todo lo ve. Pero él cree tanto en su hijo. Solo espera que sea capaz de tomar las decisiones correctas.

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Tentación ; Radioapple
FanfictionLilith no fue en quien Lucifer fijó su atención. Su atención fue hacia cierto chico con una singular fijación hacía los ciervos. Alastor solo era el que sería el acompañante de Lilith en el Edén.