Distopías Democráticas

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El arte de la democracia consiste en ser idiota y contagiar al electorado. Luego, cuando esté manso, empobrecido y frágil, busque las respuestas ante el sistema, notará que el antes burro demócrata hoy ostenta la inteligencia de un asno, uno refinado.

El parlamento, el congreso o como se llame en su país no es más que un teatro. Se mantiene a la población cautiva en el ilusorio sentir de que el país se mueve y los gobernantes actúan. Si hoy muere el 5% de la población de hambre y mañana solo el 4%, ¿no seguirá siendo una hambruna? Pues no; el demócrata llamará a los aplausos del pueblo por el gran avance. ¡Hoy murieron menos! Siguen muriendo, pero fueron menos. ¡Aplausos!

Cuando hubo un gran escándalo de corrupción, no actuaron sino como guionistas y el pueblo como un público de espectadores hambrientos. Las raíces de la corrupción no caen cuando el escándalo político es descubierto. Jajaja, ¿por qué habría de caer y no solo cambiar de jardinero?

El arte de la democracia, así como la conoce el demócrata, es apropiarse de las leyes y las falsas banderas. ¿Aquel que buscaba el bienestar del pueblo hoy no nos hunde en una guerra de falsa imagen contra la pobreza? Pero bueno, algún  buen día un demócrata se dará cuenta de que la forma de eliminar la pobreza es prohibirla. Sí, sí, un buen decreto que prohíba a la gente ser pobre; eso e imprimir billetes, que la economía no se infla sola.

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