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—¡Carajo! ¡¿Que horrible maldición del diablo es esa?!

—Quisimos hacer algunas renovaciones, faltaba un toque de color ¿No crees?

Santa mierda...

Debía ser alguna especie de broma retorcida. Después de tantos años sin verlo, simplemente no podía ser real. Seguro que eran los efectos secundarios de estar encerrado durante tanto tiempo. No, definitivamente no estaba escuchando la voz de su ex esposo. Y definitivamente, no estaba viendo a su ex esposo parado frente a él. Era una alucinación, o tal vez un sueño. Podría ser que Charlie ni siquiera lo hubiera invitado y que él aún estuviera en su oficina, durmiendo con un montón de patos y cuadros de su familia rota mirándolo.

Sí, debía ser eso.

Esperaba que fuera eso.

Estaba seguro de que era eso.

—Wow, entonces... ¡Un hotel! —trató de sonreír mientras pasaba a un lado de la definitivamente alucinación de su esposo.

—¿Papá? —Charlie lo siguió de cerca, algo confundida— ¿Por qué estás ignorando a...?

—¡Charlie, hija! ¿Por qué no me presentas a tus otros amigos? —apuntó a los otros presentes que observaban quietos, sin saber qué hacer.

Todos en el infierno sabían lo que había pasado entre el rey del infierno y el demonio de la radio. Pero, ¿existía alguien que pudiera hablar de eso y salir ileso? La respuesta era un rotundo y horrible no. La última vez que alguien mencionó el divorcio de esos dos públicamente, terminó con la pantalla rota y una tortura exclusiva por parte de Alastor. Así que definitivamente nadie debía comentar nada.

—Su majestad, si me permite... —Vaggie intentó intervenir al ver cómo los niveles de ansiedad de su novia aumentaban.

—¡Vaya! ¡¿pero quién es esta jovencita?! —Lucifer la interrumpió.

—Ah, bueno... —balbuceó un poco. Dio una mirada rápida a Alastor, quien asintió con la cabeza, otorgándole una especie de aprobación silenciosa a Charlie— Ella es mi novia, Vaggie.

—Santo padre —ignoró la mirada que Alastor le estaba dando, concentrándose en Vaggie—. Te gustan las chicas, a mí también. ¡Tenemos tanto en común!

Y por supuesto, Lucifer no estaba aterrado ni había sentido un escalofrío recorrer su espalda cuando dijo eso. No le tenía miedo a su ex esposo; si en su mente no estaba, significaba que él no estaba allí.

—¡Ven dame un abrazo, Maggie!—añadió, extendiendo los brazos hacia Vaggie y apretándola. 

—Es un gusto conocerlo, señor —respondió Vaggie con una sonrisa forzada, sintiéndose algo incómoda.

En el momento en que Alastor notó cómo Charlie se quedaba muda, sin saber qué decir, se acercó y le susurró algunas palabras al oído antes de regresar nuevamente junto al rey.

—¡Oh, sí! Y ellos son Sir Pentious —señaló al General, quien cayó de cara en cuanto lo saludo— y Angel Dust. Son huéspedes.

—Papacito, ¿Qué tal?—intento coquetear Angel Dust, pero Vaggie lo hizo callar con un empujón.

—Husk es nuestro cantinero, y Niffty nuestra empleada —añadió Charlie, tratando de mantener la calma.

—Mucho gusto —murmuró Husk, como si no lo hubiera conocido hace unos años, cuando el rey hizo uno de los mayores ridículos que había visto en su vida.

—¡Hola de nuevo! —exclamó Niffty, trepándose y mirando fijamente a Lucifer—. Si lloras otra vez ¿Puedo limpiar tus lagrimas?

—No puede ser, esta cosa de nuevo —gruñó Lucifer, tratando de quitársela de encima.

—Si, jaja...

Charlie trataba de respirar, pero se le hacía imposible al ver que todo estaba saliéndose de sus manos. Agradecía y apreciaba el enorme esfuerzo que habían hecho todos para tratar de darle una cálida bienvenida a su papá, pero la reacción de éste no era lo que esperaba. No necesitaba serpentinas ni globos, pero al menos esperaba que se esforzara un poco más fingiendo que sus amigos y el hogar que ella había construido le agradaban. 

O al menos que no fingiera que Alastor no existía. 

Mientras intentaba apartar una mano para limpiarse el sudor, Alastor la agarró del brazo repetidamente, tirando de ella justo cuando un candelabro chocó contra el piso. 

Lucifer se mantuvo en silencio por un momento, escuchando cómo los demás tosían de fondo. Era evidente que el lugar estaba en pésimas condiciones; no había recibido mantenimiento en años. Todo en ese sitio era una clara señal de que el edificio podría derrumbarse en cualquier momento, y no solo por las grietas. La decoración, las goteras, todo estaba mal. Incluso llegó a pensar que los que lo habitaban eran parte del problema. Por un instante, intercambió miradas con Alastor. La última vez que se vieron, fue humillado. Su hija tuvo que llevárselo arrastrando porque no quería despegarse de Alastor. Pero esta vez, no permitiría que su esposo viera su peor lado. 

Era Lucifer, el maldito dueño del infierno.

—Jaja —rió—. Ya entendí.

Les mostraría cuánto había cambiado a su esposo y su hija.


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