~|Capitulo 4|~

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Sacar a Meggie de la cuna, darle el biberón, bañarla y vestirla fue el típico remolino de actividad al que Camila aún no estaba acostumbrada.

A las nueve en punto, después de vestirse a toda prisa, se sujetó el pelo
en una coleta y se puso brillo en los labios.

Estaba deseando ver Penny's Song por primera vez, solo había visto los planos mientras diseñaba el rancho con Lauren y se preguntó si la realidad estaría a la altura de sus sueños.

Afortunadamente, cuando sonó el timbre estaba lista, tenía la bolsa de los pañales con lo esencial, una niña bien descansada y comida y unos nervios de acero.

Al menos, eso era lo que se decía a sí misma.

Mientras iba hacia la puerta se preparaba para ver a Lauren otra vez.

Aquel día debían hablar del divorcio, no tenía sentido retrasar lo inevitable.

Rosalía Vila tendría derecho legal a clavar sus garras en ella.

Pero cuando abrió la puerta se quedó sorprendida al ver que no era Lauren sino una joven de pelo oscuro.

— Hola, soy Pam Diler, la mujer de Conan. Espero que no te importe que haya pasado por aquí.

— No, claro que no. Encantada de conocerte — dijo Camila. — ¿Quieres
entrar?. — Camila sabía que Conan se había casado, de modo que, al menos por el momento, Pam y ella eran cuñadas.

— Me gustaría mucho, pero sé que van a Penny's Song. He hablado con Lauren esta mañana y me ha contado lo de la niña. — respondió Pam.

— ¿Lauren te ha hablado de Meggie?

— Sí, me ha dicho que es una niña preciosa.

— Desde luego que sí.

— Nosotros estamos esperando un bebé — dijo Pam, tocándose el abdomen. — Camila se dio cuenta entonces de que su blusa parecía un poco abultada.

— Me alegro por ti y por Connan…— el llanto de Meggie desde la cuna hizo que interrumpiese la frase. — ¿Por qué no entras un momento?. — Pam la siguió al dormitorio y encontraron a la niña despierta, con los ojos abiertos de par en par. — Te presento a Meggie.

La niña llevaba un vestidito de color amarillo con una margarita gigante en la pechera y calcetines a juego.

— Hola, Meggie. Pareces lista para dar un paseo. — la saludó Pam, volviéndose hacia Camila. — Me han contado lo que le pasó a tu amiga y lo siento mucho.

— Sí, yo también. La echo de menos.

— Tú eres la mejor amiga que pueda tener nadie, que te hayas hecho cargo de su hija es maravilloso.

Gracias. — murmuró Camila. ¿Qué vas a tener, una niña o un niño?. — negó con la cabeza.

— Aún no lo sé, es demasiado pronto.
— Como no había usado el cliché: «Me da lo mismo mientras esté sano», Camila decidió que aquella chica le caía bien.
— Lauren me ha dicho que pensabas alquilar la cuna y todo lo demás, pero Conan y yo nos volvimos locos comprando el otro día y tenemos de
todo. Puedes pedirme cualquier cosa que necesites.

— ¿En serio?

— Claro que sí. Puedo prestarte el cochecito, el moisés, el parque, la
trona, juguetes… tengo de todo. Nosotros no vamos a necesitarlo hasta
dentro de unos meses.

En otra ocasión, Camila no habría aceptado la oferta, pero Pam parecía sincera y su ofrecimiento le ahorraría tiempo y dinero.

— Sería estupendo. No he podido traer nada en el avión.

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