CAPÍTULO 1Hace mucho tiempo, nuestro mundo quedó dividido en dos tras la mayor guerra de la historia.
En la mitad izquierda, habitaban unas criaturas de lo más curiosas a las que ningún humano se atrevía a molestar: los licántropos. Estos no eran exactamente como nos lo narran las leyendas y cuentos.
Eran como los humanos, en cuanto a aspecto físico. La única diferencia es que pueden transformarse en lobo cuando les venga en gana y, al cambiar de forma, su conciencia humana no está ausente y tampoco les domina el instinto de supervivencia y la sed de sangre. Siguen pudiendo hablar, razonar y controlar sus emociones.
Por supuesto, lo que se dice que se trasforman y se vuelven salvajes sin poder controlarlo las noches de luna llena, es un mito. Como ya he dicho antes, pueden convertirse en lobo cuando les apetezca.
De la otra mitad, la de la derecha, convivían los humanos. El virus del planeta. Los seres más egoístas, impacientes y arrogantes que existen y que existirán jamás.
Creo que se nota lo mucho que detesto a los humanos.
Aunque actualmente estoy establecida en la mitad derecha, no pertenezco a la especie tan repulsiva de los Homo sapiens. Tampoco a la de los licántropos. Sinceramente, no sé muy bien que soy, lo único que tengo claro es que los demás me desprecian por ser diferente y no paran de repetirme que este no es mi sitio, que no pertenezco a este mudo.
Cruel, ¿verdad?
Bueno, todavía no me he presentado. Mi nombre es Elodie, aunque casi nadie lo utiliza. La mayoría suele dirigirse hacia mí con algún insulto despectivo.
Os hablaría más de mí, pero la verdad es que no hay mucho que contar. Aunque puede que os interese el comienzo de todo. El porqué los habitantes del reino en el que vivo, cuyo nombre es Wellyorath, me maltratan y me odian.
¿Queréis saberlo? Bien, pero no es una historia muy bonita de contar, que digamos.
Todo comenzó un día frío de invierno. Las calles, la playa y los tejados de las viviendas de mi actual hogar estaban cubiertos de nieve, el cielo tan blanco como la porcelana, las pocas plantas que quedaban con vida protegidas por la escarcha Era una vista preciosa.
Los niños jugaban, saltaban y reían entre ellos mientras sus padres charlaban animadamente sobre temas triviales. Hermosos copos de nieve descendían de las esponjosas nubes que cubrían el reino.
Y entonces ocurrió. El sonido de un fuerte llanto retumbó por toda la plaza central. Parecían provenir de la playa y estaba claro que quien emitía aquel ruido era un bebé.
Un grupo de gente se acercó a la orilla del mar para ver que sucedía y me encontraron a mí, una recién nacida que lloraba desconsoladamente envuelta en una manta.
Los humanos que me observaban con desagrado empezaron a susurrar cosas sobre lo horrible y rara que era. No es mi culpa haber llegado al mundo con unos grandes ojos gris claro, piel pálida y una melena lisa y suave de color blanco que repugna a todos los que me rodean. No es mi culpa que mis rasgos físicos tan peculiares no sean comunes por esta zona. No es mi culpa ser huérfana, cosa que por aquí está muy mal vista. Y sobre todo, no es mi culpa que me desprecien y me traten como basura.
Os estaréis preguntando cómo sé si esto es realmente lo que pasó, pues a pesar de todo ni siquiera tenía una semana de vida. La respuesta es que puedo recordar absolutamente todo lo he pasado y voy a pasar a lo largo de mi existencia. Literalmente todo, hasta el mínimo detalle y sin margen de error.
Parece genial no poder olvidar nada, pero yo, más que como un privilegio, lo veo como una maldición.
Volviendo a la narración, dos campesinos me cogieron en brazos y me llevaron a palacio para contarle lo ocurrido al rey y dejar en sus manos la decisión de que hacer conmigo.
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El cementerio de los olvidos
FantasyUn mundo lleno de misterios dividido en dos. Una heroína, un villano y un rey. ¿Cuál de ellos conseguirá salirse con la suya? ¿Te atreves a leer una aventura tan única y especial como esta? ¿A explorar dos reinos enfrentados rebosantes de fantasía? ...