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Sus manos se elevaron hacia las sienes, acariciándolas suavemente mientras cerraba los ojos. Entreabrió los labios, dejando escapar un ligero suspiro. No sabía cuánto tiempo llevaba recopilando información sobre los diferentes casos de androides que se rebelaban en Detroit, pero sospechaba que habían pasado más de dos horas.

Su cabeza palpitaba y ni siquiera los analgésicos parecían surtir efecto. ¿Cuánto tiempo más debía torturarse hasta que una idea se formara en su mente? Soltó otro suspiro suave mientras se relajaba en la silla reclinable de la comisaría.

— ¿No encuentras nada? —una voz masculina llamó su atención, y ella negó en respuesta—. Tómate un descanso, mujer.

Inclinó la cabeza hacia atrás, cerrando los párpados nuevamente. Asintió ante las palabras del hombre de cabellos grises. Tenía razón, seguir forzando una idea en su mente seca era contraproducente.

— Llevo tomándome un descanso desde hace semanas, Hank. Necesito escribir algo, aunque sean simples ideas.

Volvió a abrir los ojos, encontrándose con el rostro cansado de su compañero. Este encogió los hombros y se sentó frente a ella, colocando dos tazas sobre la mesa: una con café para él y otra con chocolate para ella.

— Los casos que estás investigando no te llevan a ninguna parte. Son solo fugas y robos menores. Francamente, no leería un libro donde el único crimen es el hurto de una gasolinera —Hanako asintió de nuevo, dándole la razón a aquel hombre—. Si las cosas siguen como están, seguramente tendrás más ideas con el paso de los días.

Alargó el brazo hacia la taza blanca, agarrando el asa y llevando suavemente el contenido a sus labios. Ya no estaba tan caliente, por lo que pudo dar un breve sorbo antes de responder. Un suave suspiro se escapó de sus fosas nasales, revelando lo delicioso que estaba aquel chocolate y lo mucho que lo necesitaba para recuperar algo de energía.

— ¿Tú crees que todo este asunto de los androides irá a más? —Hank no dudó en su respuesta, asintiendo repetidamente—. Todos los casos hasta ahora son en Detroit. Tal vez si descubrimos rápidamente por qué actúan así, podamos contener la situación.

El mayor apartó rápidamente la vista de la pantalla de su ordenador para encontrarse con los ojos verdes de su compañera. Reconoció la mirada, una que había visto innumerables veces desde que se conocían: Hank estaba a punto de burlarse de ella.

— ¿De verdad piensas eso? Bueno, entonces prepárate para tomar mi puesto. No me opondré, desde luego —Hanako le lanzó una mirada divertida y luego le mostró el dedo corazón. Estaba acostumbrada a las bromas de Hank—. Ve a hablar con Fowler y dile que te dé mi puesto.

— Lo siento por hacerte competencia, pero después de seis largos años, algo de tu experiencia policial se me ha pegado.

Hank estaba a punto de responder con una broma, como indicaba la sonrisa que se formaba en su rostro, pero una voz detrás de él resonó antes de que pudiera decir nada. El capitán Fowler lo llamaba desde su oficina, y Hank solo pudo gruñir en respuesta, sin ganas de escuchar lo que tenía que decir.

— Seguiré reflexionando sobre mis ideas. Ve y no te enfades demasiado. Estás mayor para eso.

Hank soltó una risa falsa mientras se levantaba de mala gana de la silla y se dirigió hacia la oficina del capitán.

Volvió a sumergirse entre las pantallas que la rodeaban: la de su ordenador portátil y la del ordenador de la comisaría, donde tenía los diferentes informes de los incidentes que habían ocurrido en ese lapso de tiempo. Los revisó uno por uno. Todos le parecían lo mismo: aburridos. Hank tenía toda la razón, ¿a quién le interesaría leer un libro sobre lo que estaba ocurriendo en la vida real? Para eso podían ver las noticias.

❛ El despertar del cazador • Detroit Become Human. ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora