II. Tendō Satori.

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"Empatía"


Cuando les conté a mis amigas quien me gustaba, ninguna de ellas contuvo la risa. Para usar sus mismas palabras, "no podían creerlo".

—No puede gustarte, es un raro —había dicho Hoshi.

—Si —coincidió Sana—. Además, teniendo a Semi, Ushi-waka, y Shirabu a tu alrededor ¿Cómo es posible? Sólo míralo, saltando de un lado a otro y canturreando.

Hice caso, y dirigí mi vista hacia la cancha. El equipo de Shiratorizawa entrenaba jugando contra un equipo universitario. Yo era su mánager, pero como la práctica estaba organizada por el staff universitario, no tenía nada que hacer allí abajo. Amaba observar desde las gradas, porque desde aquí, nadie podría notar mi obvia mirada hacia Tendō.

Y efectivamente, ahí estaba él, saltando de un lado a otro. Pero mientras mi amigas se reían de cómo el iba y venía pegado a la red, yo veía cada bloqueo que cometía. Su instinto devastador pocas veces fallaba. Al bloquear por tercera vez consecutiva un remate difícil, comenzó canturrear su típica canción. No pude evitar reír enternecida por la ilusión casi infantil de su rostro.

—Miren las muecas que hace —dijo Sana a mi lado, codeando a Hoshi—. Parece un monstruo.

Ambas comenzaron a reirse a carcajadas.

Las conocía desde primer año, y era la primera vez que escuchaba algo tan horrible salir de ellas. Mi corazón dolió al recordar lo que Tendō nos contaba en los ratos libres de las prácticas.

—Si, desde niño me han llamado monstruo. No se privaban de hacerme a un lado y fingir que corrían por sus vidas —la sencillez que mantenía al contarlo parecía inspiradora.

—¿Por qué te llamaban así? —había preguntado una vez Semi.

Por mi cara —rió Tendō.

Entre más recordaba, mayor era el dolor en mi interior. No podría ni imaginar tener que pasar por eso a una edad tan temprana. Hoshi y Sana no paraban de reír, y en mis ojos las lágrimas comenzaron a agolparse.

No supe en que momento me puse de pie y abofeteé a ambas. No fue un golpe fuerte, pero necesitaba que pararan la burla.

—¿¡Cómo pueden ser tan crueles!? —pregunté en un grito frustrado, mientras ellas me miraban pasmadas, sobando el lugar donde habían recibido mi golpe.

De pronto, un escalofrío recorrio mi columna. Me di cuenta del silencio que se había instalado. No se oía los chillidos de las zapatillas contra el parqué, ni los golpes huecos a los balones. Ni siquiera el silbatazo de árbitro.

Cuando volteé la cabeza, todos estaban mirándome. Los universitarios, mis amigos, el entrenador Washijō, Tendō. Todos. Rápidamente la vergüenza se manifestó en mí, y luché por retener el agua en mis ojos.

No dudé en salir apresuradamente del gimnasio.

No sabía donde esconderme, necesitaba un lugar libre de personas, y dónde Sana y Hoshi no me encontraran para pedir explicaciones. Recordé entonces mi lugar favorito en toda la academia; el cobertizo del club de jardinería. Corrí hasta allí y agradecí que no había nadie.

El recinto consistía en una tierna casita de madera con puertas corredizas y que en su interior almacenaba desde semillas hasta macetas con flores en altos estantes de pino. Tenía espacio para varias personas, tal vez cinco o seis, pero me gustaba ir sola a pensar, o a comer, puesto que me brindaba una confortante privacidad.

[Haikyuu] ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora