Cap 3

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—¡Aahh! —gritó Sanji, apenas abriendo los ojos.

—¿Por qué gritas? —preguntó Zoro, sentado en la cama, semidesnudo.

—No, no, no puede ser... —Sanji se revisó y también estaba semidesnudo— Ay no, ay no, ¿lo hicimos?

— ... Sí.

—¿Qué?

Zoro no pudo contener la risa y terminó riéndose —¿Cómo íbamos a hacerlo? Te desmayaste a mitad del camino. Solo soportaste cuatro dedos, ¿cómo tienes sexo?

Sanji se sonrojó —Soy virgen, ¡idiota!— tomo sus cosas y salió de la habitación.

— ... ¿Qué?

—————

«Ay no... ¡Qué vergüenza!» Sanji caminaba todo sonrojado. «Casi lo hago con un hombre... Aunque ese era mi propósito ayer, pero no con él». Mientras estaba inmerso en sus pensamientos, escuchó el claxon de un carro. Se volteó y al ver que era Zoro, simplemente siguió caminando.

—Oye, no me ignores.

— ...

—Sube, a esta hora no hay carros.

—¿Y?

—Está bien, lo siento. No sabía. ¿Vas a subir?

—Solo vete— y como si el universo estuviera en contra de Sanji, comenzó a llover — ...

—¿Qué pasó? ¿Ahora quieres subir?

Sanji no dijo nada, solo se acercó al carro y se sentó en el asiento de copiloto.

—¿Y dónde se encuentra el castillo de la princesa?

—No me llames así, ogro.

—Está bien, me lo merezco. Pero no lo creo... ¿En serio eres virgen?

— ... Cambiemos de tema.

—Entonces... Cuéntame de ti, desde que nos vimos no sé nada de ti.

Sanji suspiró —Bien, tengo 21 años, trabajo en un restaurante, mi pasatiempo favorito es cocinar, vivo solo... nunca he tenido pareja y ya no sé qué decir.

—Ahora es mi turno. Tengo 25 años, trabajo en la empresa de mi padre y disfruto hacer ejercicio en mi tiempo libre. Vivo solo, he tenido una pareja en el pasado y siempre me he considerado alguien que obtiene lo que quiere.

—¿Tienes 25? Pensé que eras mayor. ¿Y realmente tuviste una pareja? No lo creo.

—Fue hace tiempo. Ni siquiera me gustaba, solo quería experimentar.

—Suenas como un patán.

—No me llames así. Ella también me utilizó. Oh, mira, ya llegamos. El tiempo se fue volando contigo.

Sanji abrió la puerta y suspiró.
—Espero no volver a verte.

—Ojalá eso no pase. Creo que será divertido molestarte.

—Si que eres un patán.

—Adiós, princesa.

Sanji le saco el dedo medio —Chau, ogro.

Zoro observó cómo Sanji entraba a su casa y se quedó estacionado un rato. Minutos más tarde, recibió una llamada de Hiyori y, al no contestar, comenzaron a llegarle una gran cantidad de mensajes. Suspiró, agotado de la situación, se recostó sobre el timón y, sin darse cuenta, se quedó dormido.

Un giro inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora