18 de noviembre de 1177
— Mi amigo, has regresado... no sabes cuanto te extrañaba... — El rey calló unos segundos, notando una persona detrás del Lord, busco con su mirada la cara de aquella silueta — ¿Quién es la persona detrás de ti?, ¿ya tienes esposa?.
Farmington sostuvo la risa que le estaba comenzando a nacer, notando que su hija le había propinado un golpe bastante duro en la espalda — Su señoría, ella es mi hija Abigail Farmington, vino de muy lejos para hacerle compañía a su viejo padre — Habló con una sonrisa que abultaba sus cachetes y arrugas — Hija, preséntate.
(. . .)
Sentí como mi espíritu abandonó mi cuerpo, y un escalofrío recorrió toda mi espalda. No se que era, siempre había sido intrépida y esta no sería la excepción; a regañadientes me atreví a salir detrás de mi padre, tratando de ser lo menos torpe posible.
— Shalom, me llamo Abigail, tengo vein- En ese momento cortó abruptamente lo que estaba a punto de contar, a final de cuentas no podía decir que tenía veintisiete años, sería sospechoso ya que en la edad media, las mujeres a los doce ya tenía esposo, pero yo no.
Al menos no en esta línea temporal.
(. . .)
— ¿Cuántos años dijiste que tenías? — preguntó Balduino, sentándose en una silla cercana a él.
Farmington noto que su hija había interrumpido lo que estaba diciendo sabiendo que no puede decir su edad concreta, sería tachada de bruja y una mujer promiscua, por lo mismo seria quemada en la hoguera o ahogada en el río.
— Tengo dieciocho años su Señoría — Recompuso sus palabras, con un poco más de confianza.
El Rey miró asombrado a su amigo Farmington, para luego dirigirse a Abigail nuevamente — Entonces nos llevaremos bien, ya que nuestras edades no son muy lejanas, tengo dieciséis años — Sonrió.
¿Solo 16 años? Es demasiado joven...
Lord Farmington le dijo a su hija que se marchara a recorrer la ciudad, mientras el hablaría con Balduino sobre algunos asuntos políticos.
Antes de que Abigail abandonara el lugar, el rey le sostuvo el brazo, deteniéndole caminar.
— Si no es de tu desagrado, irán dos guardias contigo — Y esto la tomó de sorpresa, pero agradeció a Balduino por ser tan caballeroso con ella, su padre ni en eso había pensado.
(. . .)
La joven, acompañada por sus dos guardias, recorrió las calles de Jerusalén, fascinada por la arquitectura y el ambiente de la ciudad. En un momento dado, llegaron a una plaza donde se encontraba una fila de mercaderes. Los guardias le advirtieron a la joven que debía cuidar su monedero y no dejarse engañar por cualquiera. La joven asintió, aunque sabía que no tenía nada de valor en su posesión. De repente, uno de los guardias señaló hacia una de las tiendas y le dijo: "Esa tienda tiene cosas interesantes. Quizás encuentres algo que te guste". La joven accedió y entró en la tienda. Al fondo de la tienda había una anciana sentada detrás de una mesa encima de la cual había un montón de joyas, vasijas, cuencos, sartenes y más.
La joven comenzó a observar los objetos, cuando de pronto, un brillante objeto la cautivó.
Era un collar hecho con lapislázuli, una piedra de un color intenso azul. La joven le preguntó al tendero cuánto costaba. El hombre la miró con una sonrisa y dijo: "Este collar está fabricado en Asia y sus piedras fueron traídas desde la India. Vale mucho, pero seguro que encontramos un precio justo".
La joven asintió, pero estaba pensando en el hecho de que nunca iba a poder costear ese collar. De repente, el tendero la miró fijamente y le dijo: "Debería advertirte que ese collar está maldito. Está atravesado por maldiciones de todo tipo y, por lo tanto, es posible que te lleve a un lugar de mala suerte". Abigail se estremeció al escuchar esas palabras. "Pero, ¿por qué está maldito? ¿Qué ha pasado?", preguntó con curiosidad. El tendero dejó de sonreír y la miró fijamente, antes de comenzar a hablar: "Este collar perteneció a un monje que en su momento cometió un pecado muy grave y decidió arrepentirse de eso.
Dios lo castigó enviando una tormenta a la región en la que estaba, y ese monje perdió la vida en esa tormenta. Ese collar lo perdió en ese momento y estuvo abandonado por mucho tiempo, hasta que lo encontré hace unos años. Desde entonces, muchos han intentado adquirirlo, pero han tenido muchas desgracias tras eso.
Es el collar maldito, y la maldición sigue estando con él. Piensa si de verdad quieres comprarlo o no". La joven se quedó pensativa, pero algo en su interior le decía que no debía dejar de lado aquel collar. Era tan hermoso que su belleza atraía su atención. Por otro lado, ella no creía en las maldiciones, pero sabía que muchas personas sí lo hacían, y que había muchas leyendas que hablaban de objetos malditos. No estaba segura de qué hacer, pero algo en su interior le decía que debía comprar el collar y llevarlo con ella. Por lo tanto, se dirigió al tendero y le dijo: "Lo quiero. Tomare el collar". El tendero no parecía sorprendido, sino que se limitó a coger el collar y dárselo a Abigail, mientras le decía: "Te cobraré el precio habitual. Y te recomendaría que fueras muy precavida con ese collar". La joven le agradeció, pagó y se marchó del local.
Luego de esto, los guardias la escoltaron hasta la casa de su padre, el cual, claro que no había llegado aún.
Sin mucho que hacer se acostó en el sofá de la sala y cayó dormida, los guardias estaban afuera por lo tanto ella estaría segura o eso ella creía.
(. . .)
"Querido amigo -dijo el rey Balduino- temo que una guerra se avecina. Los sarracenos se han vuelto más agresivos y más fuertes". Farmington asintió y dijo: "He oído hablar de un nuevo general sarraceno, Salah al-Din. Dicen que es uno de los mejores estrategas de Oriente Medio.
— ¿Estás preocupado por el peligro que representa?". El rey asintió — "Mucho. Ha demostrado ser un gran comandante, y sus ejércitos son temibles. Tenemos que estar bien preparados para enfrentarnos a él y a sus tropas". Farmington miró al rey y dijo: "Estoy seguro de que tus hombres estarán listos, pero ¿tú estás listo, mi rey? La guerra va a ser dura, y te costará mucho. ¿Estás dispuesto a sacrificar lo que sea necesario?". El rey se acercó a una ventana y miró hacia el exterior. La luz del sol se reflejaba sobre la tierra y hacía que las flores del jardín lucierán con un color anaranjado. Balduino suspiró: "No estoy seguro de que esté listo. Pero no tengo otra opción...
— El futuro de nuestro reino está en juego. No voy a permitir que todo lo que hemos construido desaparezca porque no estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar. Por muy terrible que pueda ser, es nuestra mejor opción. Lo único que me preocupa es que podría perder a mis hijos — . Farmington le puso una mano en el hombro y le dijo:
— La corona pesa más que la vida misma, mi querido amigo...
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Más allá de Nosotros
Ficción históricaAbigail estaba detrás de un delincuente cuando en una mala curva cae a un lago en un accidente brutal. Cuando despierta esta a la orilla del mismo, pero algo esta diferente, incluso las personas se visten diferente... Debía estar soñando. -¿En qué a...