Capítulo 1

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El deseo del alma


El amanecer en la playa es una de las cosas más hermosas que verá el ojo humano alguna vez. Los nacientes rayos de sol bañaban mi rostro permitiendo la aparición de nuevas pecas en unas horas. Las olas que chocaban en las rocas bajo el muelle generaban gotas saladas que curaban heridas viejas en mis piernas.Todo estaba tan calmado como solo la naturaleza puede lograr.

“Ojala haber heredado esa habilidad” pensé en mi mente, que pronto apartó ese pensamiento y se concentró en unos movimientos en el mar. “¿No es demasiado temprano para meterse en el agua? se debe estar congelando”.

A  lo lejos veía a alguien surfeando en el mar, era un chico con cabello oscuro similar al mío; si no se equivocaba, él tenía tres mariposas en medio de sus costillas.

¡Qué horribles son las mariposas! pensé en mi mente mientras veía al chico acercarse caminando a la playa. Desde pequeña le tenía pánico a esos animalitos voladores pero nunca supe cómo explicarlo o cuando fue, exactamente, el nacimiento de ese miedo.

Cuando el desconocido estuvo lo suficientemente cerca del muelle donde estaba sentada,  pude distinguir unos ojos marrones y una sonrisa relajada que parecieron localizarme y, al percatarse de que él me miraba, los nervios no me ayudaron a actuar normal y mis manos empezaron a sudar peor cuando mire discretamente hacia donde él estaba y ví cómo sostenía su tabla bajo su brazo y caminaba hacia donde estaba yo. El cerebro empezó a mandar órdenes a mi cuerpo para que abandonara ese lugar cuanto antes; trate de tranquilizarme porque, en verdad, no sabía si él se acercaría a donde estoy o tal vez estaba tomando el camino para volver a casa. Nunca lo voy a saber porque unos brazos rodearon mis hombros mientras otros pasos los siguieron y así de rápido olvide a ese desconocido porque reconocí a mis amigas sentadas cada una junto a mi.

—Te dije que estaría aquí— dijo Lucy a mi derecha con su cabello como el oro y sus ojos color miel mirando a nuestra amiga Liv.

—Lucy es muy temprano y mis ganas de pelear están durmiendo todavía.— dijo Liv mientras bostezaba y se dejaba caer en mi hombro—¿Qué haces aquí a las seis de la mañana Maia?

—¿Otra vez no pudiste dormir?— preguntó Lucy.
Un millón de respuestas vinieron a mi mente e intentaron crear una respuesta pero al ver a mis amigas supe que ninguna funcionaria porque ellas me conocen y saben la respuesta aunque no salga de mi boca.

—No siempre tienes la oportunidad de ver un amanecer como este ¿no?—dije mirando el paisaje. Lucy suspiró y pasó un brazo por mi hombro, un ruido nos hizo voltear la mirada a Liv y descubrimos que volvía a dormir en mi hombro izquierdo. Con mi amiga nos miramos con una sonrisa.

—Es más fuerte que ella.—dije volviendo a apreciar el mar.

El tiempo se detuvo como por arte de magia y el sentimiento de paz sustituyó a los nervios que tuve hace un rato. Eso es lo que lograba la presencia de mis amigas; el tiempo a su lado parecía detenerse y nada parecía poder salir mal. Desde la primera vez que nos conocimos con 13 años en la secundaria supe que no habría nada que pudiese separarnos durante esos seis años. Sin embargo, a mi me asustaba el hecho de terminar el colegio porque no las vería todos los días y, al no ser una persona que mande o conteste mucho los mensajes, temía perder el contacto pero aquí estamos, las tres con 18 casi 19 años, sentadas en un muelle en la playa en Los Ángeles de vacaciones,  a punto de empezar carreras diferentes en la Universidad de Nueva York pero más unidas que nunca. Este cambio nos asusta pero ¿a quién no?, es decir, comenzar algo nuevo con personas nuevas en un nuevo lugar muy diferente a la secundaria y muy lejos de casa,  asusta a cualquiera que tuviese una rutina por tanto tiempo y, luego, todo da un giro de 180 grados y hay que amoldarse a un nuevo ritmo, una nueva vida.

Under the MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora