Capitulo 1: El Legado Del Sol

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Las calles bulliciosas de la Ciudad Musutafu rebosaban de actividad un soleado domingo por la mañana. Vendedores ambulantes ofrecían sus coloridos productos, niños reían y jugaban en las aceras, y el murmullo de las conversaciones se mezclaba con el rugido lejano del tráfico citadino.

Entre los desgastados edificios del viejo vecindario del distrito sur, un joven de 15 años caminaba animadamente bajo el fulgor de los rayos dorados que bañaban las calles. Su nombre era Hikaru Akiyama y una enorme sonrisa adornaba su rostro mientras sus pasos resonaban sobre el pavimento agrietado.

Sus ojos amielados brillaban con determinación y sueños de grandeza. Su cabello puntiagudo en todas direcciones parecía emanar luz propia, como si finas hebras de energía solar bailaran entre las puntas rebeldes. Pasó junto a una pequeña juguetería donde un grupo de niños admiraban embelesados una figura de acción de All Might en el escaparate.

All Might, el Símbolo de la Paz. El más grande héroe que el mundo haya conocido. Hikaru apretó los puños inconscientemente al ver la musculosa figura dorada con su característica sonrisa resplandeciente. Esa sería su meta más anhelada, su sueño más preciado: seguir los pasos de la leyenda más aclamada. Él se convertiría en un héroe igual de grande, incluso más grandioso si era posible. Protegería a la gente de cualquier mal, con una sonrisa cálida y un corazón puro y valiente como lo hizo su mayor inspiración.

"¡Hikaru! ¿Me estás escuchando?", la voz familiar de su madre Akane lo sacó abruptamente de su ensoñación heroica. La mujer de mediana edad, de rostro afable pero con algunas arrugas prematuras por la vida difícil que había llevado, sostenía una bolsa de compras, mirándolo con las cejas arqueadas.

"¡Ah, lo siento mamá! Me distraje un poco", se disculpó rascándose la nuca en un gesto avergonzado muy propio de él. Su mente solía perderse con frecuencia en fantasías sobre grandes batallas, rescates épicos y actos de valentía dignos del más noble paladín. 

Akane soltó un suspiro resignado y negó con la cabeza, aunque una leve sonrisa curvó sus labios. Continuaron caminando por las conocidas calles hasta llegar al viejo pero acogedor edificio de apartamentos donde vivían desde que Hikaru tenía memoria. Subieron en silencio las desgastadas escaleras hasta el tercer piso.

Un ambiente hogareño y humilde los recibió al cruzar la puerta. Predominaban los colores cálidos en aquel pequeño apartamento de dos habitaciones. Algunos muebles gastados pero limpios y bien cuidados adornaban la estrecha sala. Viejos pero invaluables recuerdos en forma de fotos, figurillas y souvenirs cubrían los estantes y rincones. A Hikaru le encantaban todos esos pequeños tesoros, cada uno con su propia historia.

Se dejó caer en el raído pero cómodo sillón mientras Akane se apresuraba hacia la pequeña cocina para acomodar las compras. El suave aroma a especias y algo recién horneado impregnaba el aire, llenando los pulmones del joven con una cálida sensación de hogar.

"A veces parece que tu mente estuviera en las nubes, hijo", comentó Akane con afecto mientras sacaba algunas verduras, mirándolo por encima del hombro con esos ojos marrones que parecían contener una reserva infinita de sabiduría. "Aunque no me extraña con ese peculiar quirk que tienes".

Hikaru sonrió ampliamente al mirar sus manos con renovado asombro, como si las viera por primera vez. Con una leve concentración, su piel comenzó a brillar con un resplandor dorado, como si miles de partículas de luz danzaran bajo su carne. Este era el extraordinario "Quirk Solar" que lo había acompañado desde que era un pequeño bebé.

Una cálida energía fluía en su interior, infraestructura de poder nacida directamente del fulgor del astro rey que reinaba en los cielos. Al canalizar esa fuerza, despedía destellos como un pequeño sol andante, su cuerpo entero envuelto en un aura luminosa de poder incalculable. Era una habilidad tremendamente misteriosa y poderosa, pero una que sentía como si fuera su más grande tesoro.

"Es increíble, ¿no es cierto?", comentó con legítimo asombro, aunque sabía que su madre había tenido años para acostumbrarse. "Puedo absorber la energía del sol a voluntad y luego proyectarla libremente, como si fuera una batería solar viviente". Una pequeña pero brillante esfera de luz se formó en su palma abierta, girando suavemente. "Me pregunto si...algún día podré dominar este poder por completo y convertirme en un verdadero héroe, alguien que pueda proteger a otros de cualquier oscuridad".

De nuevo su mirada se tornó distante, cargada de sueños por cumplir y deseos por alcanzar. Pero las siguientes palabras de su madre lo tomaron completamente desprevenido:

"¿Ser un héroe tan grande como tu padre?", los ojos marrones de Akane se humedecieron levemente al decir esas palabras, una emoción indescriptible empañando sus pupilas.

Hikaru parpadeó desconcertado. ¿Su padre? Nunca lo había conocido, su madre rara vez hablaba de él. Era un tema que simplemente evitaba a toda costa, por alguna razón que el joven nunca había logrado comprender del todo. 

Ahora, de pronto, Akane se acercó y lo abrazó con fuerza, como si temiera que si lo soltaba, él se esfumaría en ese mismo instante. Los sollozos contenidos a duras penas vibraron en su pecho. Hikaru sintió un nudo formándose en su garganta ante la cruda vulnerabilidad de su madre.

"Mi pequeño rayito de sol", la oyó musitar con voz quebrada, casi inaudible. "Ha llegado el momento de que sepas la verdad sobre tus orígenes...", su tono era un susurro agónico, cargado de emociones que Hikaru no alcanzaba a comprender del todo.

Fue entonces cuando Akane, con los ojos abnegados en lágrimas, le reveló que su padre biológico era nada más y nada menos que el heroico Símbolo de la Paz, el mismísimo All Might.

La sorpresa sacudió a Hikaru hasta las entrañas, como un rayo impactando en su núcleo más profundo. Todas las fantasías e ilusiones que había alimentado desde niño sobre seguir los pasos de su ídolo de pronto cobraban un significado mucho más grande y trascendente...

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