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Katsuki tenía la vida resuelta desde que cumplió los 14 años, sabía que en cualquier momento debía tomar el puesto de su padre, hasta que este decidiera jubilarse o muriera, cosa que no pasaría por un largo tiempo.

Ayudaba a su progenitor algunas horas diarias, después de eso iba a la cafetería que estaba cerca de su departamento para poder inspirarse y escribir historias. Durante los últimos seis años había publicado ocho libros de manera anónima, ya que si su padre supiera aquello lo negaría como hijo sin importarle dejar su empresa a la deriva.

Llegó al café y se dirigió a la mesa que ocupaba habitualmente.

— Buenas tardes, ¿Lo de siempre? — cuestionó una de las chicas que trabajaban en el lugar.

— Sí, por favor — dijo mientras tomaba la carta que había sido colocada en la mesa.

— ¿Algo más? — cuestionó la mujer nuevamente. Bakugo negó y sacó de su morral su libreta y un lápiz.

La chica se fue hacia la parte interna del café para pedir la orden.

— Lo de siempre —  pidió de forma lastimera al ver a aquel Omega llegando tarde como todos los días con un bebé en la espalda — Izuku, por qué...

— No digas nada, Ochako — susurró mientras se dirigía a lavarse las manos para comenzar un nuevo día en el café.

— Ese pobre niño debería estar en una cama durmiendo, no en tu espalda — reclamó la chica.

— En verdad, Ochako, no estoy de humor.

— Demonios — suspiró — en verdad que si tus padres no fueran mis jefes ya les habría dicho unas cuantas verdades.

— Sé que te muerdes la lengua para no decirles lo que piensas — recordó el oji verde mientras comenzaba a servir el capuchino del hombre del cubre bocas — pero así estoy bien, mi bebé y yo estamos bien.

— En verdad que no lo entiendo, tú siendo un amor con los demás y tus padres siendo tus verdugos, ¿Estás seguro que eres su hijo?

— Lo soy — anunció dejando la taza de café especial en la bandeja de la chica.

— Cambiando de tema, te aseguro que  el cliente de siempre es un espía.

— No lo sé — los dos se acercaron a la puerta para observar al hombre un momento — siempre tiene una libreta, tal vez es un contador.

— Un contador que se la pasa metido más de cinco horas en un café, que siempre usa lentes de sol aunque esté nublado y trae el rostro cubierto siempre y con gran variedad de gorras y gorros, ¿No lo creo?

— Está bien, Ochako, es un detective que se la pasa vigilandote mientras trabajas.

— O tal vez te espía a ti — respondió y salió de la cocina para ir directamente a la mesa de aquel hombre — Aquí está su orden ¿Desea algo más?

Bakugo negó e inhaló aquella esencia que se había intensificado hace unos minutos, amaba ese aroma a café recién hecho, admiró la espuma y la figura del día de hoy que quien lo preparaba había dibujado, una hermosa flor de loto.

Así se pasó más de un par de horas haciendo algunas anotaciones para su nueva historia, le gustaba ir a la cafetería para poder ver a las parejas coqueteando o peleando, además que el aroma a café lo volvía loco. Observo el reloj que estaba en la entrada del lugar y vio que ya era pasada la noche. No pudo evitar voltear a ver a la beta que le atendía coqueteando con uno de los clientes, elevó su ceja  y pensó « Kagome estaba tan enamorada del chico de la cafetería que se propuso hacerlo su novio...»

— Será una muy buena historia.

Con aroma a café (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora