06

59 9 3
                                    

Comía algodones de azúcar y la colina rosada era alta, tan alta que le permitía ver a los perros volar por las nubes y a los unicornios descansar en el río de arcoiris. Las gallinas le ofrecieron una limonada y él la aceptó gustoso, agradeciendo. Una suave melodía sonaba de fondo y todo era tan perfecto, porque no había preocupaciones y estaba cómodo sobre una almohada de dulces y con el grupo de sapos armonizando el ambiente. Volteó a un lado, dispuesto a pedirle a un sirviente que le sirviera otra limonada, pero cuando lo hizo, solo se topó con unos cerdos tocando la trompeta y avanzando hacia él, el ruido se hacia más fuerte y los perros empezaron a caer y los unicornios a llorar, se tapó los oídos, rogando que se detuvieran pero el sonido no cesaba.

Ocho veinicinco de la mañana, mierda.

Jungkook abrió los ojos y miró su alarma, el sueño se fue y fue remplazado por adrenalina, porque pateó las colchas fuera de su cama y corrió al baño a alistarse. Iba tarde a la universidad, nuevamente.

"Mierda, mierda, mierda"

Jeon Jungkook tenía diecisiete años cuando cursaba el segundo semestre en la universidad, y si había una palabra para definirlo, sería irresponsable, ligeramente irresponsable.

Salió de su apartamento masticando un pedazo de pan que alcanzó a agarrar con prisa, sus zapatos estaban al revés y su cabello despeinado no había sido tocado por el peine. El elevador estaba fuera de servicio desde hace meses y los tres pisos de escaleras ahora parecían eternos.

"¡Jeon! Siguen dejando tu correspondencia en mi buzón" esa era su vecina, la señora Kang, era fanática de discutir pero Jungkook no tenía tiempo, así que solo la ignoró.

"¡Cuándo regrese hablamos!"

Ocho cuarenta.

Lo malo de ser un foráneo solo en la ciudad, era que su único medio de transporte en situaciones de urgencia seguía siendo el bus, no tenía otra alternativa, porque ni corriendo podría alcanzar a llegar en el tiempo justo, por eso, no se detuvo a pensar antes de perder la dignidad para correr detrás del bus y pedirle que se detuviera.

"¡Falto yo! No se vaya, por favor ¡Falto yo!"

Y ese era un martes en la vida de Jeon Jungkook.

Ocho cuarenta y siete.

El tráfico no avanzaba y Jungkook de verdad necesitaba llegar, no podía permitirse una falta más en esa clase porque los exámenes se acercaban y odiaba fallar. En el primer semestre sus calificaciones fueron buenas y no podía decepcionar a las personas que esperaban que triunfara en la ciudad.

Ocho cincuenta y cinco.

Estaba cerca, muy cerca, si corría lo suficiente en la entrada, alcanzaría a llegar a su salón dentro del margen de tolerancia de diez minutos.

Nueve y dos.

Bajó del bus y quizá olvidó agradecer, y tal vez no respetó el orden de bajada porque una anciana lo maldijo cuando pasó corriendo al lado de ella. No tenía tiempo de nada, sus minutos y segundos estaban medidos y exactos que desperdiciar aunque sea uno de ellos le podía costar una asistencia, y los demás no tenían la culpa de su impuntualidad y dificultad para despertarse en las mañanas, pero Jungkook en esos momentos sólo tenía un objetivo: llegar a su salón.

"¡Jungkook!" alguien lo llamó y el omega quiso gritar de desesperación.

"No, por favor, no, no, no" murmuró, volteándose para ver a quien lo llamó. "Tengo un poco de prisa-"

"Aquí están las doscientas copias que me encargaste, puedes pagarme en el almuerzo" el muchacho lo interrumpió, extendiéndole una pila de impresiones. Jungkook lo miró sorprendido y soltó un suspiro, su día no estaba siendo el mejor.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Un Otoño Que Nunca Ocurrió || Taekook || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora