Capítulo 2

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JULIET

Íbamos de camino a casa, yo tenía la mirada perdida en el paisaje. Paisaje que a medida que nos alejábamos más de la playa iba perdiendo esos colores cálidos.

Intentaba con todas mis fuerzas no mirar a Arthur. No quería hablar del tema, hacía que sonara de manera inapropiada.

Y ya sin hablarle era bastante insoportable, por lo que no quería ni hacerme una idea que molesto se volvería al recalcarme, por enésima vez, que dormimos juntos.

Fruncí el ceño al darme cuenta de que lo estaba admitiendo, eso tornaba la situación un tanto incómoda.

Ahora sí lucía inadecuado.

Arthur no se notaba demasiado fastidioso hoy. Quiero decir, no estaba tan detestable como normalmente lo estaría.

Tragué mi orgullo, retiré la mirada de la ventanilla para ponerla en Arthur.

Se veía relajado. Al parecer yo era la única que no superaba el que habíamos dormido a una distancia prudente como para decir juntos.

Observé su rostro más detenidamente. Algo que jamás admitiría en voz alta es que Arthur no es tan repugnante. Bueno, no tanto como es su actitud.

Le regalé una mala cara y quité la mi vista de él.

—¿Qué ocurre? —preguntó Arthur, curioso y divertido a partes iguales.

Seguro había notado mi mirada en su perfil. Que nefasto.

—Nada —le respondí, tan amable como de costumbre.

Le miré de reojo y pude notar su descarada sonrisa.

—Vamos, Julie, no puede ser peor que el que durmiéramos juntos —dijo con una sonrisa maliciosa, burlándose.

—Juliet. —le corregí, cansada.

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Qué tienes, Juliet? —preguntó, destacando mi nombre.

Puse los ojos en blanco y me limité a decirle, amablemente, que me dejara en paz. Cosa que le pareció un chiste porque empezó a reír a carcajadas.

—Sabes, nunca me has caído mal —empezó—. Es decir, no tengo motivos para llevarme mal contigo.

Lo pensé un momento y tenía razón. No había un motivo por el que nos lleváramos mal. Aunque recuerdo cuándo nos conocimos, se volvió costumbre llevarnos así.

—Tampoco yo.

¿Ahora estaba de moda eso de mentir descaradamente? Vaya, vaya.

—¿Eso quiere decir que nos llevaremos bien después de lo ocurrido? Fíjate que sería un recuerdo muy emotivo.

No sé si me molestó más su entusiasmo o la pregunta de respuesta tan obvia.

—No dije que me agradaras —aclaré.

No borró su sonrisa, pero se limitó a no decir nada más.

Le dejé de prestar atención y esta volvió a la ventanilla, a lo que en algún momento había sido un paisaje llamativo.

El viaje no se hizo muy extenso, ya no nos encontrábamos tan lejos de casa.

Había un detalle que no había pensado. En lo que les diría a mis padres al llegar a casa, seguro ya estarían esperándome con un castigo inimaginable considerando la hora.

Estábamos a unas cuantas calles de mi casa, las dudas y nervios empezaron a inundar mi mente. Sentí una fría capa de sudor cubrir todo mi cuerpo.

—Arthur...

Lo que las olas nos dejaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora