ARTHUR
Me encontraba conduciendo de camino a la disco con los chicos, todos a mí alrededor hablaban mientras yo apenas podía enfocarme en conducir. Joder, era difícil mantenerse enfocado cuando solo puedo pensar en una sola cosa...
—¡Arthur! —gritó Emil, uno de mis amigos.
Le miré escuchar el chillido, espantado.
—Joder, Emil, ¿no ves que voy conduciendo? Deja de gritar de repente.
Le dije, cansado.
—¿¡De repente!? ¡Joder, Arthur, pero si llevamos media hora llamándote! —se defendió él, frustrado e irritado a partes iguales—. A ver, que no sé en dónde tienes la cabeza, pero intenta escucharnos un poco.
Suspiré a modo de respuesta, agotado. Y es que no sé qué hago de camino a la disco si ni siquiera tenía ganas de salir. Apreté un poco el volante, me encontraba muy estresado últimamente, no sabía qué me ocurría.
O, bueno, sí sabía. Solo no quería tocar el tema.
Maldición, ¿es que la he jodido sin siquiera percatarme de ello?
Quiero decir, siempre supe que Juliet era una persona a quién no podía comprender por completo, pero nunca esperé que me dejara de hablar desde la última vez que nos vimos.
No recuerdo haber hecho nada mal.
¿Quizás la hice sentir incómoda...? ¡Me frustraba tanto el no saber en qué había hecho mal!
No le hice un comentario inadecuado, no le traté mal, me limité a no hacer bromas pesadas ni nada parecido. Es decir, fui lo más amable que jamás he sido con nadie. Me contuve a mirarla y nada más.
Quizás hice algo que arruinó todo y no me percaté de ello...
Los chicos y yo llegamos a la disco. La música excesivamente alta se estrelló en mi cara apenas di un paso dentro del local, en cualquier otro momento me hubiese encantado. Pero... hoy solo tenía ganas de relajarme e intentar desaparecer la idea de que lo que tenía con Juliet importaba.
O escaparnos con ella, no vendría mal ir a lugares más calmados con ella.
Y es que no teníamos nada, pero, por algún motivo, no dejaba de darle una vuelta tras otra.
Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿Juliet y yo...?
No.
Me dirigí a la barra, cansado, los chicos se detuvieron a saludar a algunos conocidos. Tomé asiento en una de las sillas que carecían de gran compañía a su lado y pedí una botella de agua. Quería irme a casa, pero me prometí a mí mismo que dejaría de darle vueltas a todo, dejaría de darle vueltas a Juliet.
Buena suerte intentándolo, listillo.
Ya de malhumor, le di la espalda a donde estaban bailando todos y me senté con el frente hacia la barra. Sin prestar atención a lo que hacía, saqué mi móvil y busqué un contacto en particular.
Juliet, ¿eh? Joder.
Le di la vuelta al celular, dejándolo con la pantalla hacía abajo y suspiré. Bebí de la botella de agua sin mucha gana, hoy iba a pensar de más en el lugar menos adecuado, ¿no?
Tomé mi celular y observé el contacto unos minutos más.
Definitivamente no le hablaré, pero no me haría daño mirarle unos minutos más, ¿no?
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Lo que las olas nos dejaron
Novela Juvenil"Del amor al odio solo hay un paso", siempre escuché la frase con escepticismo, hasta que conocí a Arthur y descubrí que del odio al amor no hay mucho espacio. Recuerdo claramente cuando pasó de ser un pesado a... algo más en mi vida. Esta ola de e...