Capítulo#6: Anuncio importante.
Emma García:
–¡Emma!–Escucho una voz masculina gritar a mi lado. Al fin reacciono y me doy cuenta de quién era. Era Jake, tenía sus manos en mis hombros.
Lo miro un momento, estábamos muy cerca el uno del otro, a centímetros de distancia. No se porqué, pero fue justo en ese momento en el que me di cuenta de lo que había pasado con aquella criatura, y miro en la dirección donde la había encontrado sentada.
No había nada, había desaparecido en cuanto había aparecido él.
–¿Qué pasó?–Pregunta él, haciendo que volviera a la realidad–Estás pálida.
–Yo...–No sabía que decir–Ahí...él...
Apunto en aquella dirección, a aquella tumba donde lo había visto sentado. Donde me había hablado.
–No hay nadie–Dice, un poco confundido–¿Había alguien aquí? ¿Te hizo algo?
Fue en ese momento, en el que me di cuenta de la manera en la que nos encontrábamos. Él había bajado sus manos a mi cintura y yo tenía mis manos en su pecho. Levanté la mirada para mirarlo directamente a los ojos, debido a nuestra gran diferencia de estatura.
Nadie dijo nada. Solo nos mirábamos fijamente. Fue justo ahí cuando me permití detallarlo cuidadosamente: Su desordenado pelo negro apuntaba a diferentes direcciones, sus ojos oscuros ahora mismo tenían un pequeño pero deslumbrante brillo, sus mejillas a simple vista se notaban que eran suaves, sus cejas tenían una forma perfecta, sus labios eran realmente carnosos y en el inferior tenía su pequeño piercing negro.
Había que aceptar que el muy suertudo era estúpidamente guapo.
Y sexy.
Cállate.
En cualquier otro lugar, o cualquier otro momento, lo hubiese mandado a la mierda, porque sabía que le encantaba molestarme, pero esta vez noté en su mirada que no quería eso. Esas no eran sus intenciones.
No sabía que hacía así, y menos con él. Tenía que alejarme de él, pero mi cuerpo no reaccionaba.
Tú y yo sabemos que no quieres mover ni un solo dedo.
CÁLLATE.
Y fue allí, donde terminé de espaldas al muro que había a nuestro lado, y él acorralándome. Él me regaló una hermosa sonrisa, haciendo que se le achinaran los ojos. Yo sólo fruncí el ceño, y luego de eso, me besó.
Lo peor de todo no fue eso, fue que el muy maldito era un gran besador.
No les mientas, te está encantando.
Ignoré las palabras de mi conciencia y le seguí el beso. No fue un beso rápido, pero tampoco lo demasiado lento. Él dejaba pequeñas mordidas en mi labio inferior y yo solo le seguía el ritmo.
Él tenía sus manos en mi cintura, y a medida que pasaban los segundos, más la acercaba a él, quedando yo muy cerca de él. Yo, por instinto, puse mis manos en sus mejillas, acercando más su boca a la mía.
Si gente, tenía unas mejillas tan suaves que querrían peyizcarlas todo el rato.
Nuestras respiraciones estaban agitadas ya que le fuimos aumentando la intensidad al beso.