Capítulo 3: Oscuridad

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Ellis corrió todo lo que pudo hasta la calle del poblado, aunque estuviera completamente despejada, como era de esperar. Rápidamente, tocó a la primera puerta que vio. Alguien le respondió desde el interior de la casa.

-¿Qué flor aguanta bajo la nieve? -como era de esperar, quien estaba dentro le hizo la pregunta con la que sabría que quien estaba fuera no era peligroso.

Sin embargo, Ellis no tenía tiempo para contestar, ni siquiera para recordar la respuesta.

-¡Por favor, déjeme entrar! ¡Se lo ruego! -suplicaba en llantos con el poco aire que le quedaba tras haber corrido.

-Lo siento, pero no puedo arriesgarme. Tengo hijos -le respondió el señor desde el otro lado de la puerta.

Ellis miró a su alrededor, aunque las frías lágrimas le empañaban los ojos y no era capaz de ver bien.

Tras frotarse los párpados para ver bien, divisó una figura a lo lejos. Incluso bajo la oscuridad de la noche, la ligera luz de la luna creciente bastaba para saber que aquella figura era más oscura que la noche. Se acercaba lentamente, lo que hizo que el corazón de Ellis se acelerase aún más.

Corrió y se escondió tras una de las casas, sabiendo que, si volvía a intentar llamar a cualquier otra, nadie le abriría, y no tenía tiempo. Solo podía rezar para que no le encontrara. Su respiración se volvió discontinua, demasiado rápida. No quería ser atrapado por "eso" bajo ningún concepto.

De repente, la ventana de la casa sobre la que estaba apoyado se abrió y dos manos salieron de ella, estirando a Ellis adentro. En cuanto cayó en el interior, quien le metió cerró la ventana, mientras él no era capaz de asimilar lo que acababa de ocurrir. En cuanto sintió la calidez en el aire de nuevo, solo pudo pensar en una cosa: "Estoy a salvo".

Tardó unos segundos en abrir los ojos, pues estaba ocupado recuperando el aire, y el alivio le había inundado tanto que ni se preguntaba dónde estaba. Fue entonces cuando escuchó una voz femenina:

-¿Estás bien? -susurró la voz

Al escuchar su voz, se incorporó rápidamente, pero no era capaz de verla a oscuras. Una vela fue encendida por ella, y por fin fue capaz de ver quién era: Amelia.

-¿Qué ha pasado? Estás temblando -le dijo la chica mientras se sentaba junto a él en el suelo.

Es verdad, estaba temblando. Por mucho alivio que sintiera, tanto el frío como el momento le habían aturdido mucho.

-¿Qué haces fuera a estas horas?

Ellis se preguntó si debería explicarle lo que había visto, pero no podía decirle la razón por la que había salido de su casa tan tarde, por lo que se quedó en silencio, pensando en qué responder.

-¡Ah, qué desconsiderado de mi parte! -dijo ella antes de que tuviera que contestar- Ven, siéntate, voy a coger una manta.

Le sentó en su propia cama mientras abría su armario y sacaba un edredón, para después envolverlo a su cuerpo.

-Madre mía... tu ropa está empapada por la nieve. Es tu pijama, ¿no?

Al chico no le resultó agradable que le viera con esa ropa, y mucho menos que hablara sobre eso. Su pijama era mucho más ligero que su ropa habitual, no se sentía cómodo vistiendo así delante de otra gente que no fuera Winifred.

-¿Están tus padres? -preguntó Ellis a Amelia- Deberían saber que estoy aquí, es irrespetuoso.

-Tranquilo, primero cálmate -le respondió la joven mientras le frotaba la espalda-. Debes entrar en calor.

La sangre del corazónWhere stories live. Discover now