I: Eins

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Capítulo 1: El amanecer del olvido



Harry Potter vivió, murió y luego resucitó, emergiendo de la muerte como un fénix que renace de sus propias cenizas.



La oficina de Harry era un refugio de silencio en el caos del Ministerio. Paredes llenas de libros y pergaminos. En medio de este santuario de conocimiento, Harry se encontraba absorto en un informe, su mente vagando entre los detalles de la liberación condicional de Cassius Wellfed, otro mago haciendo uso irresponsable de su magia para ganarse un boleto directo a juicio, cuando la puerta se abrió de golpe.

Kingsley Shacklebolt entró apresurado, su rostro habitualmente sereno marcado por una urgencia inusual. Tras él, Ron Weasley seguía el paso con la misma prisa. "Potter, necesitamos que vengas de inmediato," dijo Kingsley sin preámbulos, su voz grave cortando el aire como un cuchillo.

Harry levantó la vista, dejando el pergamino a un lado. "¿Qué ha pasado?"

Ron se adelantó, su voz firme, pero con un matiz de angustia. "Un niño muggle ha sido encontrado carbonizado en una calle. Hay runas de sello rojo por todas partes. No es una calle transitada, pero la escena ha atraído a una multitud de curiosos. Los muggles están hablando de rituales satánicos. ¡Merlín! ¿Quién le haría esto a un niño?"

Un niño muggle. Un niño.

La noticia golpeó a Harry como una ráfaga de viento helado. Sin perder tiempo, se levantó y se dirigió hacia la puerta, sus colegas siguiéndolo de cerca. Salieron del Ministerio y se aparecieron en un callejón cercano a la escena del crimen. El único ruido del lugar eran las pesadas botas de su jefe, Kingsley. Los encantamientos protectores de los aurores mantenían a raya a la multitud curiosa en situaciones como esta.

La vista era desgarradora. En el suelo, yacía el cuerpo del niño, sus restos carbonizados contrastando con las brillantes runas rojas que parecían flotar sobre él. Harry sintió la magia en el aire antes de verla, siempre podía sentirla fluyendo, mezclándose y masajeando sus venas. Era una presencia pesada, pero extrañamente serena, como si la propia magia intentara consolar el horror de la escena.

Kingsley se acercó a Harry, su rostro sombrío. "¿Potter?" El hombre estaba absorto en sus pensamientos otra vez. "¿Percibes algo? ¿Reconoces las runas?"

Harry cerró los ojos y dejó que la magia fluyera a través de él. Era una corriente cálida y tranquilizadora que se deslizó por sus venas, susurrándole cosas que solo él podía escuchar. No eran visiones oníricas, nada similar a una imagen, ni remotamente; solo palabras susurradas al azar en el caparazón de su oreja, contándole la verdad del hecho.


Sueño suave. Luz serena. Adiós silencioso.


Los susurros flotaron en su oído como un cántico, una melodía arrulladora. Las puntas de sus dedos estaban chispeando otra vez. Luego no sintió más.

Abrió los ojos y miró a Kingsley. "La magia no hizo sufrir al niño," dijo, su voz tan suave que apenas era un susurro.

Se agachó al lado del niño doblando su cintura, la visión de su cuerpo carbonizado era tan desgarradora como incomprensible. La piel quemada crujía con un sonido desagradable, como la corteza de un árbol seco, cuando Harry levantó delicadamente el brazo del niño. Los aurores que rodeaban la escena ahogaron un jadeo de sorpresa al ver a Potter arrodillarse para tocarlo.

Fetters (La delicada elección del invierno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora