Me aterrorizé a más no poder, ¡nunca creí experimentar tanto temor en un solo segundo! Sentí la sangre de mi cuerpo congelarse y mis músculos tensarse al poder distinguir la macabra y malébola sonrisa blanca de aquel tipo entre la oscuridad, acercarse justamente en dirección mía.
Lo recuerdo perfectamente. Como esos ojos brillantes, llenos de crueldad y lujuria, acompañaban a la perfección esa retorcida sonrisa que aún me atormenta.Intenté pensar positivamente y hacerme creer a mi misma aunque sea por uno, un solo segundo, que no iba por mí... sin embargo no era así. Aquel tipo estaba más que decidido a arrastrarme fuera de ahí como lo hizo hace unos minutos con la rubia. Esa simple desición que se le notaba a kilómetros, hizo que amara y extrañara a la vez, más que a nada, el estar "protegida" entre esas asquerosas cuatro paredes.
Era mi fín. El fín de mi alegria. Podría jurar que mi sonrisa ya jamás existiría en mí.Me tomó de los brazos, y con un movimiento rápido me levantó de mi rincón. Volteé a ver de inmediato a Angelica quien además de impresionada, estaba llorando. Lo único que pudimos hacer fue mirarnos y gritarnos con la mirada un simple "adiós".
Decidí no complicar las cosas, y salí de la habitación por mi propia voluntad. Cuando al fín estuve fuera, me fue completamente inevitable no cerrar los ojos por la fuerte luz que lastimaba mi vista. El tipo cerró la puerta casi con el mismo estruendo con el que la había abierto, y empujándome, me llevó a otra habitación. Se esuchaban varias voces.
Tardé, pero cuando al fín pude abrir los ojos, observé que ya no estaba en un cuarto apestoso y sucio, ahora estaba en lo que parecía un camerino de un bourdel; paredes tapizadas de un color rojo carmesí, cuadros de extrañas señoras y figuras incomprensibles, un amario abierto que dejaba a la vista vestidos de varios colores de diseños espantosos y provocativos, un sofá extravagante en donde estaban sentadas como otras 3 o 4 chicas además de mí, el piso se encontraba alfombrado, y justo en frente mío, se encontraba un espejo con focos al rededor y pegado a él, una pequeña mesa blanca con un banco ahora ya vacío. Y viendo fíjamente a cada una de las chicas, se encontraba una mujer de apróximadamente unos 40 años: tez blanca, cabello teñido de rubio y peinado de una forma exagerada, arrugas en su cara, cuello y manos, uñas largas y perfectamente pintadas de color vino, y que portaba unas ropas igual de exageradas que su peinado. Ya se imaginarán; plumas por aquí, brillos por acá, piel de animales por allá, más brillos más allá, etc. ETC.
ESTÁS LEYENDO
Un dulce encuentro ...
Random¿Que es lo primero que solemos pensar de un día que comienza triste y gris? Que así será hasta que se termine ¿cierto? O peor aún; cuando todo se te complica, te encuentras lejos de tu hogar, y sientes la abrumación de no poder confiar en nadie. Cua...