Una simple leyenda - Prólogo

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Después de que Butters y Gregory fueran pillados nuevamente en la discoteca de Tucon y anticipando el severo castigo que les esperaba por parte del Sr. Pirrup, Kenny y Stan emprendieron su camino de regreso a los Robles.

-Carrete pa' funao, viejo -dijo Stan exhausto, luego del tumulto en la discoteca.

-¿Cuándo nos dejará en paz el padre de Butters? -suspiró Kenny, agotado de lidiar con su explosivo novio.

-No entiendo cómo el Sr. Pirrup supo que estábamos en Tucon -murmuró Stan, perdido en sus pensamientos.

-A mí se me hace que ese viejo es un brujo.- bromeó Kenny, intentando aligerar el ambiente.

Una breve carcajada escapó de Stan mientras continuaban su camino, un tanto desorientados, quizás debido al alcohol.

La noche envolvía los Robles con su calma, el viento era suave y cálido, y las estrellas brillaban en el cielo despejado. Sin embargo, su paz se vio interrumpida cuando un misterioso jinete vestido de negro emergió de la oscuridad, apenas visible entre la neblina. Su rostro estaba oculto tras una máscara negra, y su imponente presencia junto a su caballo oscuro dejó a Stan y Kenny helados de miedo.

Un escalofrío recorrió sus cuerpos mientras temblaban ante la idea de encontrarse con un bandido legendario de las montañas. Tan rápido como apareció, el jinete negro desapareció de su vista, dejándolos en un estado de desconcierto y temor. Aterrados, los dos jóvenes bomberos se aferraron el uno al otro, preguntándose qué más les depararía esa noche en los Robles.

El jinete negro - CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora