ATAQUE DE DEMONIOS: HORROR EN LAS MONTAÑAS

Capitulo 2

- Ya son las dos de la tarde, madre y padre no han llegado aún. Voy a llamarle - digo con preocupación.

- Está en las montañas, es posible que no tengan señal - responde mi madre angustiada.

- Estoy seguro de que llevó el celular satelital - marco su número y el teléfono suena, pero nadie responde.

Me dirijo al ordenador y rastreo la ubicación del automóvil de mi padre, el cual se encuentra en las montañas que solíamos frecuentar.

- Ya lo localicé, iré por él - expreso con entusiasmo.

- ¡No, eso no es seguro! ¿Qué harás si te encuentras con problemas? - objeta mi madre.

- Lo traeré de vuelta, madre, es evidente -respondo.

- Nada es evidente. Recuerda la promesa que le hiciste a tu padre, de que estarías conmigo - insiste ella.

- Mamá, intentamos llamarle al celular y no contesta. Algo malo debe de haber ocurrido- digo, apresurando mi paso hacia la puerta.

- ¡Arseniy! - escucho a mi madre gritar- Reacciona, hijo. Solo has localizado el automóvil, pero no sabes dónde estará tu padre -

- El celular satelital tiene GPS, lo encontraré - aseguro.

- Por favor, llama a la policía - ruega ella.

Después de toda la celebración, nos sentamos para descansar. Eran las 10 de la noche y muchos estábamos ya un tanto pasados de copas. La cuenta resultó bastante alta y no me dejaron pagarla. En ese momento, Marcus se levanta y sale a fumar un cigarro, decido seguirlo y me uno a él. Me pasa uno y compartimos un momento entre bocanadas de humo. Observa hacia las montañas y suelta una risa.

- ¿Qué te divierte tanto? - le pregunto.

- Me acordé de una historia un tanto espeluznante sobre esas montañas – responde.

- Estoy interesado, adelante - digo con cierta emoción.

- No sé si la contaré bien porque estoy algo borracho, así que perdona si me olvido de detalles importantes - toma otro poco de humo antes de continuar - Un amigo de mi padre nos contó que las montañas que rodean Kislovodsk están embrujadas - lo interrumpo con una risa - Sí, ya sé que suena a historia de miedo, yo también reí al principio. Pero, según él, en esas montañas habitan demonios que pueden conceder deseos a las personas, pero a cambio, estas deben ceder un poco de su cuerpo a los demonios para que el trato se cumpla, ya sea permitiéndoles arañar, morder o tomar una parte de ellos. Así se establece un vínculo fuerte y la persona queda atada al demonio, sin posibilidad de traicionarlo o escapar.

- ¿Y qué sucede si no cumplen? - pregunto con curiosidad.

- El demonio tomará el control de la persona y la obligará a dirigirse a las montañas, donde sufrirá tanto física como psicológicamente bajo el ataque de los demonios. No la matan, la dejan moribunda hasta que ella misma decida poner fin a su vida o su cuerpo no aguante más y fallezca por un paro - explica.

- ¿Tú crees en eso? - inquiero.

- Amigo, este mundo guarda tantos secretos que incluso las cosas más inverosímiles podrían ser ciertas - concluye Marcus.

Marcus entra y me deja solo afuera. Dirijo la mirada hacia las imponentes montañas y el recuerdo regresa con fuerza.

Me veo de nuevo en la sala de urgencias, escuchando los pedidos de auxilio del personal médico. Me asomo y reconozco a mi padre entre ellos. Corro hacia él, casi llorando, y lo encuentro casi al borde de la muerte, rogando por su vida.

- Papá, ¿qué te ha pasado? - pregunto con voz entrecortada por la angustia.

- Lo hice por ti, hijo. Esta vez no saldré de esta. Te amo - responde, con un lamento doloroso en su voz.

- ¿De qué hablas, papá? - no logro comprender sus palabras.

Me separan de él y lo escucho agonizar, pidiendo que lo dejen en paz, como si estuviera sufriendo algún tipo de tormento. Su rostro golpeado, su cuerpo lleno de arañazos y bañado en sangre, me hace pensar que ha sido atacado por algún animal salvaje. Pero los días pasan y su estado no mejora. Las heridas no sanan, los hematomas persisten. No puede dormir, pues afirma que "ellos" vendrán por él y que también los ve en sus sueños. Cada vez que intento preguntarle sobre lo ocurrido, él evade la pregunta, desviándola hacia otros temas. Finalmente, su cuerpo no soporta más la falta de sueño y sufre un paro cardiaco, dejándonos sumidos en el dolor y la confusión.

Regreso al establecimiento y me siento, pero esta vez mi mente no puede apartarse de las montañas. Me cuestiono si todo lo que sufrió mi padre fue culpa de ese lugar y si Marcus tenía razón en lo que me dijo. Pierdo gran parte de mi atención mirando por la ventana, que ofrece una vista oscura pero aún visible de las imponentes montañas.

- ¿Qué te pasa, amigo? - pregunta Marcus, notando mi distracción.

- Oh, nada. Solo estoy pensando - respondo vagamente.

- No te preocupes, son solo historias que la gente cuenta por ahí para entretenerse - ríe, mientras toma un sorbo de su cerveza.

En ese momento, Linsey se une a la conversación.

- ¿De qué están hablando? - pregunta, curiosa.

- Oh, nada importante, solo hablábamos de algunas historias de terror sobre las montañas que nos rodean - responde Marcus.

- ¡Oh, vaya! Mi mamá siempre ha dicho que esas historias son ciertas. Cree que todo lo que se dice sobre ese lugar es verdad - comenta Linsey, con una expresión seria en su rostro.

- ¿En serio? - pregunto, sintiendo una punzada de preocupación.

- Sí, mi mamá no me contaría esas historias solo para asustarme, y a mi edad, sabe que soy capaz de manejar la verdad. Mi madre es bastante seria y confiable en esos aspectos - responde Linsey, aumentando un poco mis temores.

La medianoche ha llegado y el bar está cerrando. Nos despedimos todos y llamo a un taxi. Le paso un papel con la dirección y me recuesto en el asiento junto a la ventana, sin apartar la vista de las montañas. Al llegar a casa, pago al taxista y entro con cierta dificultad. Reviso cada rincón en busca de algo sospechoso, pero todo parece estar en orden. Me acerco a la habitación de mi madre y la encuentro dormida. Luego, me dirijo a mi habitación, donde me quito la camisa y me acuesto en la cama con los pantalones y los zapatos puestos. Pronto caigo dormido.