Capítulo 2

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Andrew Dufort le ofreció el brazo a la princesa para entrar juntos a la institución y aunque hubiera sido un acto cortés aceptarlo, se negó en rotundo

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Andrew Dufort le ofreció el brazo a la princesa para entrar juntos a la institución y aunque hubiera sido un acto cortés aceptarlo, se negó en rotundo. Intentó robarle la corona, no va a actuar como si nada de eso hubiera ocurrido. Así que declinó su oferta y ambos jóvenes, seguido de Blacford entraron en el orfanato.

Tras poner un pie dentro, Avrey pudo escuchar las carcajadas de los niños a lo lejos, los rápidos pasos de alguno de ellos corriendo, y de alguna habitación de la planta superior del edificio se podía escuchar la ligera melodía de un piano.

A pesar del aspecto antiguo que transmitía su exterior, el interior parecía de lo más acogedor y bonito. Las paredes y el suelo eran de madera oscura y y estaba decorado con alfombras de color escarlata. De hecho, pudo hasta ver un retrato bastante antiguo de su padre y su madre colgado en la entrada del lugar. Se les veía tan jóvenes y felices. Ambos sonreían. Hacía años que no veía una sonrisa dibujada en el rostro de su madre.

Para nada aparentaba ser un sitio viejo o abandonado. Y por los ruidos que podía escuchar, los niños parecían ser, dentro de lo que cabe, felices.

—La mayoría de los niños están en el jardín, vamos a movernos hasta allí—dijo la mujer que les había abierto la puerta.

—¿Qué haces tú aquí?—Avrey le murmuró a Andrew mientras seguían a la mujer.

—Mis motivos no son de su incumbencia, princesa. Además, no importa lo que diga, siempre vas a pensar que actuo en consecuencia para limpiar la imagen de mi familia.

—Es lo que llevas haciendo desde que volviste a Avernell—respondió ella y Andrew se quedó callado unos segundos, pero luego esbozó una sonrisa pícara.

—Por cierto, he escuchado que estás en la caza de un marido, ¿cómo va eso? ¿Ya tienes algún pretendiente?

No es asunto tuyo. Pensó la princesa, que era prácticamente lo mismo que le había respondido Andrew cuando preguntó por su presencia en este lugar, así que no iba a darle la satisfacción de seguirle el juego.

—Todo lo bien que puede ir—y a pesar de que intentó sonreír con todas sus fuerzas, lo único que consiguió fue hacer una mueca.

— ¿Y por casualidad yo estoy en esa famosa lista que te ha preparado la reina?

Avrey se negó a contestar a su pregunta, de todas formas acababan de llegar al jardín y a pesar de que estaba a punto de anochecer, los niños seguían jugando con la misma energía con la que seguramente se habían despertado.

—Sé que sí. Mi padre se ha encargado de ello—susurró Andrew en su oído. Sus manos se rozaron ligeramente—. Es lo que mejor se le da ¿No?

Sus palabras provocaron un escalofrío que recorrió todo su sistema óseo, de hecho podría asegurar que se le puso la piel de gallina. Pero para cuando quiso responder algo para contraatacar, el chico ya se encontraba a varios metros, se estaba dirigiendo a unos niños que jugaban al baloncesto.

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