Prólogo

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En la quietud de la noche, cuando los recuerdos se vuelven más nítidos y los susurros del pasado retumban en mi mente, me encuentro reflexionando sobre lo que fue y lo que pudo haber sido. En medio de esos pensamientos, una verdad dolorosa emerge: no fue el viaje quién me rompió el corazón, fuiste tú.

Recuerdo cada momento compartido, cada risa compartida bajo el brillo de las estrellas, en aquel lejano mirador de la ciudad. Cada abrazo que parecía fundirnos en uno solo. Pero también recuerdo las palabras no dichas, las promesas rotas y los gestos que indicaban un distanciamiento creciente.

Atravesar aquel viaje fue como un eco de nuestra relación: hermoso pero efímero, lleno de momentos de éxtasis seguidos por momentos de silenciosa desilusión. A lo largo del camino, me aferré a la esperanza de que encontraríamos una forma de sanar las grietas que se formaban entre nosotros.

Pero ahora, en la calma posterior a la tormenta, veo con claridad. No fueron las millas recorridas ni los paisajes cambiados los que fracturaron mi corazón. Fue la realización de que en nuestro viaje juntos, tú te distanciabas mientras yo me aferraba, y en esa brecha entre nosotros, se perdieron los pedazos de lo que solíamos ser.

Así que mientras miro hacia atrás, no puedo culpar al viaje por mi dolor. En cambio, reconozco que la verdadera causa de mi desgarro fue la falta de reciprocidad, la incapacidad de sostenernos mutuamente cuando más lo necesitábamos. No fue el viaje quién me rompió el corazón, fuiste tú. Y ahora, en este nuevo amanecer, debo encontrar la fuerza para sanar y seguir adelante, dejando atrás los fragmentos rotos de lo que una vez creímos que sería para siempre.



The Way I Loved You  [ Héctor Fort ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora