Desde pequeña, Elvira Kapsbrak era una niña muy curiosa. Cuando tenía recién un año de nacida pedía a su madre, balbuceando cosas sin sentido, que le contara alguna historia realista para así poder conciliar el sueño. Sonia Kaspbrak, quien en aquellos tiempos no era la misma hipocondríaca que todos conocían, le relataba todas las fascinantes aventuras que había realizado con el trapeador y la escoba por el gran castillo llamado hogar.Tan pronto como su hermano Eddie nació, solamente ochenta y nueve semanas después que ella conociera el mundo, la familia Kaspbrak se engrandeció más. El pequeño bebé con mejillas regordetas y rosadas era el tema principal que las señoras amigas de Sonia tocaban en sus usuales charlas mañaneras. A Elvira le encantaba pasar tiempo con su hermano y, a pesar de tan solo contar con dos años, platicaba con él, imitando las conversaciones que sus padres tenían frente a ella.
Lastimosamente, antes de que cumpliera siete años, su padre Frank falleció. No convivía mucho con él, siempre se encontraba trabajando y cuando estaba en casa, se mantenía encerrado en su despacho. Pero era su papá, y a los padres se les quería pese a todas las cosas que hicieran. O al menos eso había declarado Cheryl Lamonica, su amiga de la primaria, mientras ella relataba cómo su padre engañó a su madre con la sirvienta.
— ¡Viri!
Después del incidente, como todos en lo que alguna vez fue hogar llamaban a la muerte de Frank Kaspbrak, nada fue igual que antes.
— ¡Ya voy!
Al escuchar el estruendoso llamado de su madre, despegó su mirada de la interesante revista de moda para caminar a paso rápido hacia la sala de estar, donde se encontraba Sonia Kaspbrak. Su madre.
Elvira vaciló un poco antes de recargarse sobre el marco de la puerta, nerviosa. — ¿Qué sucede, madre?
Sonia Kaspbrak ya no era ni un poco de lo que era antes. Eran personas completamente diferentes. La envidiable figura se había transformado en una masa de ciento treinta kilos, que no hacía otra cosa más que mirar la televisión, prohibir cosas y dormir por largas horas. Ya ni siquiera trabajaba, vivían de la pensión de su padre.
— Eddie no ha llegado aún, me preocupa —masculló, sin apartar su mirada del televisor.
Elvira observó detenidamente a su progenitora, deteniéndose en el cabello, el cual se asimilaba a un nido de pájaros. A veces, hacia el esfuerzo de cepillarle la cabellera mientras escuchaban la radio, pero todo era en vano.
Sonia despegó su mirada del televisor, dejando atrás los chistes graciosos de la presentadora Kelly Williams, notando como su hija mayor le miraba más de lo usual. — ¿Tomaste tus medicamentos, querida?
— Se ha acabado la Benralizumab y me queda poca Estatina —confesó, cabizbaja.
Aquellas palabras eran como fricción de cuchillos contra los cristales para Sonia. No había cosa peor que los medicamentos se acabaran. Debió comprar los fármacos el viernes pasado, con esa excusa había salido de su hogar después del atareado día en la escuela, pero en realidad se escabulló junto a Lacey Howard en busca de su amiga desaparecida, Cheryl Lamonica.
No hablaban de ese tema en la residencia Kaspbrak. Lo evitaban a toda costa, sobretodo Sonia, quien se ponía sudorosa y ansiosa cuando nombraban a los desaparecidos. Por lo que bajo el techo de la vivienda, la niñata Lamonica, como le llamaba su madre, nunca había existido.
Esperaba con sigilo el regaño de su madre, diciéndole cuanto mal le hacía a su salud no contar con todas las medicinas completas. Pero aquello, sorprendentemente, no sucedió.
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ELVIRA ⋆ henry bowers
Fiksi Penggemar𝓔 | ❝ ¿Cómo la dulce Elvira puede estar con el monstruo de Bowers? ❞ henry bowers x oc!fem