Capítulo 1.

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Parto.

Relajación.

Eso es lo que siento ahora, la relajación de mis músculos, la capacidad lenta de mi cerebro y la terrible sequedad en mi boca, todas esas cosas me obligan a estar de pie en medio de la sala mientras las personas corren de un lugar a otro de forma lenta.

¿Por qué corren?

Eso es lo que me pregunto cada vez que los veo pasar a mi lado. Una pequeña risa escapa de mis labios cuando un montón de colores brillantes aparecen en mi campo de visión, los disfruto por un breve momento hasta que la sensación de algo frío y húmedo cae en mi rostro, doy una bocanada de aire y sacudo la cabeza regresando a la realidad como si me hubieran dado una bofetada.

Escupo el restante del líquido y unas manos aprisionan mi rostro encarando a la persona frente a mí, los ojos azules escanean los míos y me dan una mirada mortal con labios apretados, por un segundo siento que el efecto en mi cuerpo se pierde y me obliga a encogerme en mi lugar como niño regañado, ella niega moviendo su cabello negro azabache con ritmo, sus manos dejan mi rostro y toman mi brazo arrastrándome por el lugar con una fuerza que me es imposible competir, la transformación le favoreció mucho.

Transformación.

Esa simple palabra hace que el rostro de la castaña de ojos verde esmeralda venga a mi mente como un rayo, el recuerdo del funeral en el que ella fue la cabecilla de todo me demuestra que fue la última vez que la vi, la ropa toda negra, el rostro serio y la compostura firme para aquellos que se debilitaban en el momento, esa simple imagen era la clara representación del horrible momento que se estaba viviendo y a su vez.... la última que iba a ver, no me quedó otra que aceptarlo luego de dos años de su cobarde y estúpida huida, una que me obligaría a aceptar que jamás volvería a verla, ni a ella ni a los gemelos.

Y vaya que lo hizo bien, se encargó que no supiéramos cuál sería su paradero, incluso Bruce no supo ayudarnos porque ni él sabía a dónde irían, solo se encargó de huir sin explicaciones.... sin despedidas, justo después de que todos luchamos en una puta guerra por ella.

Cierro los ojos y aprieto mis dientes ante aquel recuerdo, pero me obligo a abrirlos ante los chasquidos en mi rostro, observo a mi hermana con mala cara, ella lo ignora y me tiende el vaso con agua.

—Bebe esto— acepto el vaso y bebo el líquido refrescante de un trago— Haber si se te baja un poco el efecto del porro— se cruza de brazos y apoya la cadera en la mesada, vuelvo a servirme el vaso mientras ignoro categóricamente sus miradas de reproche.

—Solo fue uno— confieso bebiendo el tercer o cuarto vaso de agua.

—Si como no— comenta con sarcasmo— Hace una hora me prometiste que no volverías a fumar porro, ahora entro y te encuentro drogado en medio de la sala sonriendo como un imbécil— me mira con el ceño fruncido y labios apretados, indicando que en verdad está molesta. Me quedo en silencio mirando el suelo, no tengo excusa para lo que dijo.

—Lo siento— es lo único que se me ocurre decir en estos momentos. Ella niega con la cabeza y muerde el interior de su mejilla mirando cualquier cosa que no sea yo.

Agacho la cabeza viendo el suelo sin ningún tipo de razón, pero me sirve para no mirarla, sé que si lo hago solo desatará su furia en mí y siendo sincero la cabeza me duele como los mil demonios como para aguantar sus regaños. Demonios. Echo la cabeza hacia atrás con un bufido agotador, cierro los ojos con fuerza.

Ya salte de mi maldita cabeza.

—Vete a casa Ryan— clavo mi atención en ella. Su rostro luce cansado, las ojeras se marcan bajo sus ojos y su pie repiquetea en el suelo con rapidez, sus ojos encuentran los míos demostrando lo cansada que está de la situación conmigo, agacha la cabeza mordisqueando el interior de su mejilla— Vete a casa por favor—

Ryan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora