Capítulo 12.

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Confesiones

Dos semanas después.

Ya han pasado dos semanas desde la inauguración y por suerte las cosas han mejorado un poco, los chicos vienen a mi casa todos los días y disfrutamos del tiempo juntos, los gemelos empezaron a ir a la escuela -algo complicado al principio pero lo sobrellevaron- también pasan más tiempo con Max y por lo que he notado ya empiezan a acostumbrarse a verse las caras todos los días. Jayme y Hannah han salido durante estos días, y Will se encuentra más tranquilo luego de hablar y pasar tiempo con Dante, incluso se le ve feliz. Max le ha coqueteado a Wishes pero ella no le da mucha atención, ocasionando que Deimon se ría en su propia cara cada que puede, y yo pues, he vuelto a entrenar y empecé a dejar el cigarro. Eso hizo que mi hermana se sintiera orgullosa y eso me alegra demasiado. He sonreído más, un milagro según Dante. 

No hemos sabido más sobre Arturo, tampoco lo vimos en la inauguración y la verdad no podría estar más que feliz, ya era hora que se fuera por donde vino. Sin embargo, algo me dice que Max tuvo que ver en eso, ya que la vez que preguntamos por el tipejo Max solo se encogió de hombros y fingió que no lo conocía, y la verdad es que tampoco nos hemos interesado mucho sobre si sigue con vida o no.

—¡La cena está lista!— grito llamando la atención de todos.

Doy media vuelta mientras desato el delantal y lo dejo colgado en su lugar, giro la cabeza en el momento justo que la puerta del mueble se abre y los platos son recogidos uno por uno. Cruzo los brazos y niego con una sonrisa.

—Buen intento— digo, haciendo que la pequeña figura invisible aparezca frente a mí, revelando sus ojos color miel y una mueca de frustración al haberlo atrapado.

—¿Cómo es posible que siempre me descubras? Se supone que soy invisible y muy sigiloso—

Descruzo los brazos.

—Tu respiración te delata Nicky, haces mucho ruido— eso lo hace fruncir el ceño con frustración, pongo los ojos en blanco y revuelvo su cabello con delicadeza. Algo que no le gusta que le hagan, a excepción de su madre, hermana, abuelo y yo— Solo sigue practicando. Ahora lleva esos platos y calzate o te pegarás un resfriado—

Asiente y sin decir nada lleva los platos a la mesa, me doy vuelta y tomo la olla con unos trapos para no quemarme y con cuidado la llevo hacia la mesa junto a los platos. El grupo de hambrientos no tardan en entrar y se sientan cada uno a su lugar, Deimon es la primera en observar la olla y olfatea un poco.

—Huele delicioso, justo como el festín que tuve durante mis tres días de encierro, ya sabes, luego de…— se calla enseguida, traga grueso y finge no haber dicho nada. Frunzo un poco el ceño y giro la cabeza, para ver a Vicky caminar hacia nosotros con su pijama y un peluche en sus manos. Es cuando comprendo la razón por la que se calló, ese recuerdo aún debe de afectar a la pequeña y lo que menos quiere es que su hija le tema por un acto de descontrol que tuvo antes de su transformación. Deimon se aclara la garganta y señala la olla— Iré sirviendo los platos—

Asiento y observo a la pequeña.

—¿Y tu hermano?— pregunto.

Ella se sienta en su lugar y señala la cocina.

—Debió ir por los vasos—

Vuelvo a asentir, sin emitir palabra regreso a la cocina e ingreso sin prestar atención, levanto la cabeza en busca de Nicky y doy un brinco del susto al ver los vasos flotar a una gran altura. Nicky aparece sobre la mesada mojada y con sus pies aún descalzos, suelta una risa burlona en mi cara por conseguir su cometido.

—¡Sí! ¡Por fin consigo asustarte!— comienza a menear la cadera con alegría.

Niego y lo señalo.

Ryan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora