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Mi madre siempre solía decirme que en los momentos más oscuros es cuando más brilla nuestra luz interior. Que incluso cuando parece que todo está en contra nuestra, siempre hay una fuerza dentro de nosotros que puede guiarnos hacia la luz. Me decía que la vida es como una montaña rusa, llena de altibajos, pero que siempre podemos elegir como enfrentarnos a los desafíos que se nos presentan. Pero yo nunca lo sentí así.

Laiha se despertó con el sonido monótono de la lluvia golpeando contra la ventana. Se sentía como si estuviera atrapada en un sueño eterno, donde la tristeza y la desesperanza eran sus únicos compañeros. Miró a su alrededor, viendo sombras de su habitación iluminadas por la luz grisácea del día lluvioso.
Se levantó lentamente de la cama, sintiendo el peso invisible que la acompañaba a todas partes. El simple acto de levantarse se convirtió en una tarea monumental, como si estuviera arrastrando cadenas invisibles que la mantenían atada al suelo.

Caminó por la casa en silencio, con pasos lentos y pesados. La depresión había tomado el control de su vida, dejándola sin energía ni motivación para enfrentar el día. Se preguntaba si algún día volvería a sentirse viva, si alguna vez volvería a encontrar la alegría en las pequeñas cosas que solía disfrutar.
Se detuvo frente al espejo del baño y se miró a sí misma. Sus ojos reflejaban una tristeza profunda, como si hubiera  perdido toda la luz que solían tener. Se preguntó si alguna vez volvería a verse a sí misma como lo hacía antes, si alguna vez volvería a ser la Laiha que solía conocer. Con un suspiro, se alejó del espejo y se dirigió a la cocina. Preparó una taza de café, tratando de encontrar consuelo en su aroma reconfortante. Se sentó en la mesa, mirando por la ventana hacia la lluvia que seguía cayendo sin cesar.

El sonido molesto del teléfono empezó a retumbar en su cabeza, los pasos de su madre se hacían presentes.

Mi madre me daba miradas mientras contestaba la llamada, al instante me di cuenta que era una llamada proveniente de la escuela. Al finalizar se acercó a la mesa y se sentó junto a mi.
—Laiha, la directora me solicitó en la escuela. Me informan que haz estado faltando a tus clases, ¿es verdad?— Sus ojos penetrantes me miraban como si supieran lo qué pasa por mi mente.
—Perdón.
Mi madre dio un suspiro al escuchar mi respuesta. Se paró de la mesa y me hizo una seña para que hiciera lo mismo.
—Cámbiate cariño, iré a dejarte a la escuela. No olvides tus pastillas— me pidió con una sonrisa cálida.

Me dirigí rumbo a mi habitación para hacer lo que me había ordenado. Mientras me cambiaba no pude evitar mirar hacia el espejo que estaba a lado de mi cama. Al ver mi cuerpo el cual se miraba demacrado, sentí unas ganas de vomitar. Sin pensarlo corrí al baño y vomité, luego lavé mi boca. Los espejos siempre fueron mi miedo, el solo verme tan gorda como un cerdo me hacía vomitar. Escuche el coche encenderse, me puse una sudadera y tome mi mochila para irme.

El camino a la escuela fue un silencio total en el coche,solo se escuchaba la música que provenía de este y el ruido de la ciudad. El coche se detuvo, haciéndome salir de mis pensamientos. Me despedí de mi madre, para luego salir del coche y caminar hacia la entrada de mi escuela, al entrar podía escuchar el ruido molesto del bullicio que hacían los alumnos. Me dirigí a mi casillero para poder guardar mi mochila, al cerrarlo se encontraba Louis recargado en el casillero de a lado, haciéndome dar un salto por el susto.
—¿Te asusté Lai?— dijo mientras se reía de mi reacción — te extrañe mucho mocosa.
Sentí los brazos fuertes de Louis apretarme en un abrazo reconfortante que me hacía sentir viva por unos segundos. Louis era mi único amigo, era el único que por primera vez se atrevió a acercarse a mi. Sentí como me soltó y una de sus manos peinaba mi cabello desordenado.
—¿Otra vez tarde?— decía mientras terminaba de peinarme, para luego sacar algo del bolsillo de su sudadera.—Toma, se que no desayunaste. Pero al menos quiero que tomes vitaminas.— extendió su mano dándome un fracaso que contenía las pastillas, tome una y la introduje en mi boca, para luego tragarla.

Louis me dio una sonrisa y dejó caer su brazo sobre mi hombro para luego empezar a caminar hacia él aula.
Ambos nos sentábamos hasta atrás del aula, el sonido del timbre nos informó que empezaría la clase, así que me recosté en la mesa. Mi mirada estaba centrada la ventana, no me importaba lo que sucedía a mi alrededor y lo que hablaba el señor Soketh.
—Señorita Louster— escuche la voz del profesor llamarme así que me levante para verlo.
—¿Si, profesor?— dije apenas formulando mis palabras, me sentía cansada.
—¿Puedes leer lo que dice en la página 123 de tu libro?—Murmuro con firmeza.
—Claro.
Tome mi libro y empecé a leer lo que me había pedido, empecé a ver como las letras se movían y un chillido intenso en mis oídos empezaba a hacerse presente. De pronto perdí la estabilidad de mi cuerpo, todo se volvió oscuro y no pude escuchar nada más.

Desperté en la enfermería de la escuela, Louis se encontraba a mi lado jugando con mis dedos. Al mirar que había despertado me abrazo y beso mi frente.
—Me asustaste Lai-podía ver la angustia reflejada en sus ojos. Sus hermosos ojos color verdes, aquellos que eran como una droga para mí y me hacían adicta a ellos. —¿Volviste a hacerlo no?—Murmuro mientras daba un suspiro largo.

No le respondí solo de di una mirada. Una mirada que daba la respuesta, Louis se agachó sosteniendo su cabeza con las manos. Estuvo unos minutos así, hasta que se paró de la silla y salió de la enfermería.
No dijo adiós, solo se fue. Me quede con el peso de mis acciones atormentando mi mente, se que a Louis no le gusta lo que hago, me a repetido infinidades de veces que soy hermosa, que deje mi obsesión con bajo peso de lado. Pero no puedo.

El ruido de la puerta cerrarse me hizo salir de mis pensamientos, era Louis traía consigo un recipiente con su almuerzo, pensé que se sentaría a comer a mi lado. Pero no era así, extendió su brazo, dándome el recipiente.
—¿Qué es esto?— dije confundida con el recipiente en mis manos.
—Quiero que lo comas, no me moveré de aquí hasta que termines de hacerlo— masculló mientras se sentaba y se cruzaba de brazos dándome una mirada penetrante.

Abrí el recipiente y mire fruta picada en el,con fresas con chocolate junto a ella. Di una sonrisa ante su gesto amable, amaba a este chico. Pero sabía que por más que tratara de que me mirara como una mujer, nunca lo lograría. Solo era su "hermana" pequeña.
—Lo traje para ti. Cada día que faltaste tenía que comerme tu almuerzo, yo solo quiero que estes bien Lai.— dijo acariciando mi cabello.

Mientras comía, Louis me contaba todo lo que había hecho este fin de semana. Sus ojos brillaban como si de estrellas se trataran. No podía negar que me mataba la forma en que su cabello llegaba casi a sus ojos, siempre a tenido un estilo muy lindo. Como sus manos largas y finas, se movían de manera elegante al explicar lo que trataba de decir, simplemente el era perfecto.
—Lai, ¿Lai me estás escuchando?— murmuro mientas tocaba mi hombro.
—Ah,¿Si?— dije confundida, mientras veía como este se reía —¿Qué pasa?
—Eres muy despistada Lai, pero eso es lo que te vuelve especial.

Sentí como la sangre subía por mis mejillas haciéndome sentir un ardor en ellas. Me había sonrojado al escuchar esas palabras saliendo de su boca. ¿Acaso soy especial para el?



Por fin me habían dejado salir de la enfermería, Louis me acompaño hasta la puerta de los vestidores de chicas. Teníamos clases de deportes así que tenía que cambiarme.
Al entrar mire a todas las chicas conversando entre ellas y cambiándose, ninguna tenía vergüenza de cambiarse enfrente a la otra, ¿por qué yo si?. Escuche como America una chica de otra clase, se podría decir que una amiga que tuve en primaria, me llamaba. Me acerque pues nuestros casilleros estaban a lado.
—Laiha, hola, escuche que habías estado en enfermería. ¿estas bien?— dijo abrazándome
—Si, estoy bien. Gracias por preocuparte. —Dije dándole una sonrisa
—Bien, dejare que te cambies. Un poco de privacidad es buena ¿no? — mire como me dio una sonrisa para luego alejarse e irse con las demás chicas a la cancha.

Me cambie y me dirigí a la cancha después de unos minutos. Los chicos se encontraban jugando basquetbol, Louis me dio una sonrisa mientras me saludaba y yo se la devolví.
Por otro lado las chicas calentaban para poder bailar, nosotras teníamos clases de baile.Se me olvidó contarles, antes de mi rehabilitación era conocida en mi escuela por bailar muy bien en las prácticas, pero cuando regrese no tenía ánimos; Sin embargo supongo que lo extraño, así que retomaré mis clases de baile, estoy segura que si le digo a mis padres,estarán contentos.

TranstornadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora