나쁜Rozó sus dedos en la suave pared, sintiendo el duro material en sus sensibles yemas, el cosquilleo en su cuerpo, causando un escalofrío delicioso por el extraño contacto cálido.
Esos ojos rasgados, mirando todo, fascinados de una forma temerosa por el enigmático entorno. Observó el largo pasillo que se adornaba con grandes ventanales de cristal transparente. El tímido sonido de sus pasos provocaba un eco que se escuchaba en el fondo, donde no llegaba esa conocida luz plateada que iluminaba ese bello rostro, presumiendo lo etéreo de sus rasgos.
La repetición del sonido dejó de escucharse, sus pisadas dejaron de producir resonancia cuando se detuvo abruptamente. Un desconocido estruendo, que desencadenó un horrible eco.
Contempló fijamente la oscuridad en el fondo de donde provino el sonido. Nada. Frunció el ceño. Sus dedos lentamente se apartaron de la gran pared, mientras que sus ojos marrones no pudieron evitar ver la penumbra indescifrable. Otro eco, que le aterrorizó inevitablemente. Dio un pequeño paso, inseguro, tratando de no hacer ruido, pero era imposible, cada paso acompañado con el ruido desconocido desencadenaba una melodía tocada por un violín sin afinar. Suspiro nervioso. ¿Qué era eso? Había dado una vuelta por la enorme mansión sin esperar nada sospechoso. Todo lo que quería era un momento de calidez, luciendo asombrado cuando encontró el oscuro claustro. Sabía que estaba perdido, después de andar tanto tiempo que lo condujo allí.
Estaba aburrido en ese enorme sofá, con ese dulce vino que lo estaba poniendo melancólico. Era por eso que él estaba allí, en ese pasillo oscuro al que llamo su atención por su penosa oscuridad. Pero esto ya no le gustaba en absoluto.
No le gustaba como el eco le lastimaba los tímpanos, haciéndole doler la cabeza. Al tomar los pasos, se apresuró, por los sonidos desesperados que lo inquietaban de mala manera. Todo esto era raro. El pasillo lloriqueaba de pánico, fundido en una oscuridad que solo era acompañada por la pálida luz de la luna. Su respiración errática conjunta a sus pasos, y ese sonido agonizante.
Se sumervirtió en la oscuridad, todo parecía neblina, pero era fraudulento. Suspiro de manera temblorosa, intentando regular sus jadeos lastimeros que resultaron ineludibles. Sus sienes palpitaban en una migraña cuando más se acercaba a esa incógnita. Sintió que un líquido se extendía por sus labios. Con dedos temblorosos, tocó su labio superior, llevándolo después a su boca para saborear el líquido, sintiendo el sabor metálico en su excitable paladar. Sangre. De pronto, la resonancia se detuvo, haciéndole levantar su cabeza de golpe, ocasionando un síncope, haciendo que tropezara con sus pies. Se sostuvo de la pared, cerrando sus ojos fuertemente por el moribundo dolor. A este punto creía estar alucinado cuando sus oídos percibieron voces lejanas. Sus cejas fruncidas eran testigo de su desconcierto.
Sus ojos se abrieron involuntariamente por el instinto, encontrando tenebrosidad absoluta. Dio los últimos movimientos, oyendo las voces con más claridad mientras se acercaba. Un impacto mordaz puso llorosos sus ojos, cuando chocó con un material duro, áspero. Había chocado con hierro. Hizo un mohín de dolor, pensando en la mala suerte que tenía en ese momento. Con miedo a golpearse otra vez, palpo el hierro con sus manos húmedas por el sudor, tratando de saber con exactitud que era. Tocó algo frío, haciéndolo conmocionarse por la brusca sensación que penetró su cuerpo. Sentía el pesado movimiento de su corazón acelerado en sus sensibles oídos. Las voces seguían ahí, como un murmullo imperceptible, pero extrañamente audible.
Una cerradura.
Una maldita cerradura, que le dio esperanzas de poder salir de ese terrorífico pasadizo, que por un momento pensó que sería genial transitar. Sería un alivio para él poder volver a ese enorme sofá que consideraba lujosamente deprimente. Giró el picaporte, despacio, evitando que ese doliente eco hiciera sufrir sus tímpanos. Era irritante ver como intentaba no hacer ningún ruido que perturbara más su cabeza, aquellas voces que seguro allí se encontraban. Clic. Ese fue el alófono que produjo la puerta. Se podía comparar con el insólito sonido de una película de terror cliché, donde el protagonista ridículo estaba en crisis por su estúpida decisión.
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𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐋𝐎 | 𝐏𝐑Ó𝐗𝐈𝐌𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄
Storie d'amore𝐊𝐎𝐎𝐊𝐓𝐀𝐄 | "Él te da su amor, tú duermes con dudas, y yo sigo siendo el malo, que no dejas de querer"