1. A oscuras

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«¡Joder! ¡Me lo tengo que cargar!», pensó La Peña. No podía dar crédito al hecho de que el maldito chico hubiese dado con la clave de lo que había sucedido...

—Está gripado. Definitivamente está gripado —diagnosticó Ferness, visiblemente indignado.

—Pero eso, ¿a qué se debe? —preguntó Pilein, incrédulo.

—A que se ha quedado sin aceite —respondió Ferness.

—Pero si le hemos echado hace un momento —advirtió Jeym, lanzando una sorprendida mirada a Pilein.

—Estaba lleno. Cuando he empezado a echarle aceite ha rebosado al momento, lo que me ha hecho pensar que estaba lleno —confesó Pilein, con expresión de hallarse también sorprendido.

—Está gripado, joder, está gripado. Nos hemos cargado el generador —señaló Ferness mientras giraba la rosca del tapón del depósito de aceite. Una vez abierto, inspeccionó el compartimento moviendo un poco el generador para ver si veía un fluido oscilando por su interior—. ¿Veis? ¡Está vacío! No le habéis puesto aceite.

—Créeme Ferness. Estaba lleno —insistió Pilein.

El cuarto en el que estaban los tres amigos se encontraba en la primera planta del edificio y recibía el nombre de «cocina real» (ya que había otra estancia a la que llamaban «falsa cocina»). Dando fe de su nombre, esta consistía en una deteriorada y maltrecha cocina con una puerta cerca de una esquina que daba a un patio frondoso y grande, y con un gran ventanal a su lado y por encima del fregadero que mostraba una vista al mismo. Las paredes estaban recubiertas por un alicatado de un amarillo claro similar al color mostaza, excepto la pared enfrentada a la ventana, que tenía un enlucido al cual la pintura le estaba cayendo por zonas. En la pared del fondo había una vitrina empotrada vacía con una puerta de madera bastante envejecida y unos cristales medio rotos.

En el centro de la habitación, sobre el suelo, se encontraba un grupo generador portátil que estaba siendo objeto de atención por los presentes, pues había dejado de funcionar y sospechaban que pudiera haberse quedado sin lubricante. Aunque ellos no lo sabían, en la zona de la pared donde se ubicaba la extracción de gases había una entidad espectral asomándose con dos fantasmagóricos ojos que observaban y escuchaban a los tres compañeros.

—No entiendo que puede haber pasado —comentó Pilein.

—Cierto. Vimos que el depósito de aceite estaba lleno y por eso no le añadimos más —convino Jeym.

—Pues podéis ver que ya no arranca —señaló Ferness pulsando al botón de encendido en repetidas ocasiones.

Los tres amigos discutieron un poco más mientras La Peña, esa entidad espectral que les acompañaba, reía a sus espaldas. Él sabía que Ferness era un buen chaval y les creería; y también sabía que de los tres amigos, ese que decía llamarse Pilein era el único hasta el momento que había mostrado ser algo más desconfiado hacia los hechos que ocurrían en todo el edificio.

Ferness se dio por vencido. Dio un largo suspiro y cruzó los brazos, apoyando su espalda sobre la pared mientras miraba con ojos pensativos al generador, al que ya daba por perdido. Era un chico de cuerpo esbelto y bien proporcionado; su pelo era castaño, largo y lacio, y poseía unas facciones muy definidas que venían remarcadas por una nariz aguileña de tabique abultado que estilizaba todavía más su atractivo rostro. «¿De verdad que tan solo nos ha durado un par de meses?», se preguntó Ferness con sensación de amargura.

El grupo electrógeno era un aparato bastante viejo que les había dejado prestado un conocido suyo poco tiempo atrás, y ahora tocaba decirle que lo habían roto con carácter irreparable. Ferness se sentía indignado, ya que comprendía que sus amigos no lo habían hecho de manera intencionada, pero el desenlace que tantas veces había temido se había convertido finalmente en realidad. Lo cierto era que desde el primer momento en que habían recibido prestado dicho generador, advirtió a todos que debían tener especial cuidado con el asunto del lubricante, ya que el nivel del depósito no se veía desde el exterior (por envejecimiento del plástico indicador) y era fundamental revisarlo con frecuencia para que no se quedara sin aceite. «Encima va y nos pasa esto a pocas semanas del comienzo de las fiestas del pueblo...», pensó, sabiendo que su expresión en ese momento era el retrato más claro y evidente de lo oportuno que resultaba el incidente.

Empastre Cuántico. Perturbando a los seres del incordio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora