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02 | ¿Quién teme ahora?

Agosto 2024

Agustina se paró frente a la entrada del café que solía visitar frecuentemente. El lugar quedaba cerca de su departamento, por lo que era su unica opción para desayunar algunas mañanas; cuándo no tenía ganas de batirse un café y hacerse unas tostadas.

El cielo completamente despejado le dieron otro tipo de aire; una energía alegre y llena de esperanza. El verano madrileño era algo espectacular, la ciudad con el sol saliendo cada mañana era una fotografia de ensueño en la vida real, realmente no podía estar más agradecida por presenciar una imagen cómo esa. Amaba los días así, con el clima que le daba ganas de hacer nuevas cosas, de realizar cosas que antes no había intentando.

Por momentos dudó si sentarse en una de las mesas de afuera, era una mañana preciosa, pero terminó optando por sentarse en su mesa favorita: la que estaba cerca de la barra de comida.

Cuándo entró, cada persona presente en el lugar le sonrió y la saludó: todos allí la conocían, esa cafetería había sido su lugar seguro desde que se mudó a Madrid. No había encontrado una mejor.

Sabiendo que nadie le diría nada, apoyó su cartera en la silla y sacó la computadora de la misma, dejándola sobre la mesa para que se prenda mientras se dirigía a la barra para hacer su pedido.

—Hola Agustina—Theo, el chico que se encargaba de la caja, la saludó—¿Cómo estáis hoy?—El rubio sonrió amorosamente, dejándola sin aliento. El español era de los hombres más lindos que había visto en toda su vida, pero si era sincera, no se acercaba ni un poco a su tipo de chico, así que sólo lo veía con ojos de amiga.

—Hola Theo, hoy estoy mejor—La castaña le devolvió la sonrisa—Ya casi se me fue el resfrío, ¿Vos cómo estás?—Cuestionó.

—Me alegro—El chico asintió—Tambien estoy bien—El rubio amplió su sonrisa—¿Te anoto lo mismo de siempre?—Preguntó refiriéndose a su desayuno tradicional, a lo que Agustina asintió—¿Un croissant y un café con leche?—Se aseguró.

—Exactamente—La morocha asintió.

—Bueno, tú espera en la mesa que te lo llevo—Theo habló y la argentina le hizo caso.

—Gracias Theo.

Cuándo se sentó en su silla, vió que su computadora ya se había prendido así que ingresó la clave para iniciar la sesión y abrió el documento de Word dónde estaba su nuevo libro, o mejor dicho, los primeros dos renglones con palabras sin sentido.

Se quedó mirando la pantalla, intentando encontrar algo con lo que empezar. Pero nada llegaba a su mente, estaba en blanco. Quizás el día estaba espectacular, pero no significaba que su lamparita de ideas se encontrara de la misma forma.

Releyó, minimo 10 veces, las dos oraciones que ocupaban espacio en el Word: 'Siempre había vivido primero y pensado después, pero luego de soñar con esos ojos no podía permitirse vivir libremente sabiendo que le podían romper el corazón'.

No sentía que sea un buen inicio para su nuevo libro, tampoco sabía porque había escrito eso cuándo no la ayudaba en nada a elegir un camino por el cuál seguir su historia.

Una taza y un pequeño plato con su comida mañanera se deslizaron en la mesa. Haciendo que olores fascinantes ingresen por su nariz e interrumpan inevitablemente su pequeño cuestionamiento.

—Si necesitáis algo, me lo haces saber. ¿Vale?—Theo le habló y ella asintió.

—Gracias de nuevo, Theo—Agustina sonrió.

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