01| Odio.
Marzo 2019.
Agustina se mordía la lengua enojada mientras escuchaba la manera en la que Julian hablaba muy feliz acerca de su nueva novia. La forma en la qué el chico repetía frases de libros que ella solía leer la hacía enfurecer, ¿Cómo no iba a poder expresarse con sus propias palabras acerca de lo que sentía por su novia? ¿En serio tenía que buscar inspiración en los romances inventados? Que mal jugador, que intento fracasado de poeta.
Pero así era tal y cómo ella lo conocía, tan lleno de sí mismo que no podía ver cómo dañaba a los demás. Ya le había roto el corazón una vez, sabía perfectamente que nada de lo que saliera de esos labios era verídico, no cuándo tomaba palabras de otro y las hacía sonar cómo propias.
Julian tenía ese don, el de enamorar a todos con palabras dulces y su sonrisa de chico bueno -así lo había hecho con ella-, siempre sabía cómo conquistar y convencer a cada persona presente en la habitación de que él era uno de los buenos.
Aunque no era un chico dulce, no era amoroso ni divertido -otra vez, no lo había sido con ella-. La había usado, lastimado y desechado, todo en un lapso de una semana. Y ella no olvidaba, tampoco perdonaba.
La mesa entera escuchaba atentamente; ambas familias -tanto la Alvarez cómo la Romero- se dedicaban a asentir y sonreír ante cada anecdota que el castaño compartía mientras que Agustina se tomaba el tiempo de hacer una mueca cada vez que escuchaba una historia absurda seguida de la risa de su mamá, Natalia.
Odiaba a Julian desde el día que le expresó su disgusto hacía ella -jamás olvidaría esa mirada en los ojos del chico, llenos de sentimientos desconocidos- y le rompió el corazón, pero odiaba aún más cómo su mamá lo miraba; creyendo que era el mejor amigo que su hijo podía tener. No, no era el mejor -por decima vez: al menos no para ella-.
—Emilia es lo más—El chico se esforzaba en parecer enamorado pero a ella no la convencía. Lo conocía, lo había mirado durante años y podía identificar sin dificultad la mentira en sus ojos—Me acompaña siempre por suerte. Es más, mañana se viene conmigo para Luque—Agustin, uno de los hermanos de Julian, suspiró derrotado. Cómo si estuviese en contra de compartir cualquier plan con su cuñada.
—¿Juegan en Luque?—Su mamá preguntó—Pensé que jugaban acá. Que feo tener que hacer dos horas de viaje para volverte rápido.
—Menos mal que no juega acá—Susurró Agustina, quién cómo respuesta se ganó una pequeña patada de su hermano. Era el unico que había escuchado lo que dijo.
—Si—Asintió el chico a lo que había dicho Natalia—Pero pensabamos quedarnos hasta el Lunes. Emilia tiene facultad recién el Miércoles y yo tendría que estar volviendo para River el Jueves; así que pensamos jugar el partido con los chicos en Luque, quedarnos un día o dos y después ya volver a Buenos Aires.
Ah sí, ¿La mejor parte de todo esto? Julian no era más su vecino. Desde 2015, que había comenzado a jugar en River y se había ido a vivir a Buenos Aires, dejaron de compartir pueblo -para la felicidad de ella- y almuerzos los domingos. Si bien anteriormente había estado un tiempo en la pensión de Argentinos Juniors, todo fue definitivo cuándo se probó y quedó en el club de sus amores.
Había una sola cosa que no podía negar: Julian era un talento único en el mundo entero. Y se merecía todo lo que estaba pasando con su carrera.
—Qué bueno que tengas tiempo para hacer cosas así—Juan Pablo, el padre de los hermanos Romero, habló luego de beber un poco de vino de su copa.
—La verdad que si—Asintió el chico—Suelo tener muchisimo tiempo libre fuera de los entrenamientos a la mañana y los días de partido. Cuando concentro es el único momento en el que no voy a ningún lado—Explicó Julian.
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TRUE STORY
FanfictionDónde Julian y Agustina eran todo lo opuesto a mejores amigos. Una historia dónde la delgada línea entre el odio y el amor empieza a borrarse, continuando con la escritura de capítulos nuevos en su libro, el cuál demuestra perfectamente cómo muchos...