Capítulo VI. Habilidades complementarias

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No es verdad. El comandante de la misión no me ha pedido que haga exactamente aquello que había buscado evitar.

No es posible.

Me quedo observando el arma que me ha acercado uno de los hombres, mientras los demás sonríen satisfechos.

¿Debería estar sonriendo yo también? ¿Es eso lo que esperan de mí?

—Agente... —El comandante me saca de mis pensamientos. Probablemente ha notado mi desconcierto.

—Sí, señor.

Extiendo mi brazo y tomo el arma, la cual se siente fría a mi tacto. Me muevo hasta la puerta que lleva a la sala de interrogación y alguien la abre por mí, permitiéndome ver al ministro allí.

Él levanta la cabeza cuando escucha el sonido de mis pasos acercándome. Puedo notar que el interrogatorio fue bastante agresivo. Sus ropas están rasgadas, mojadas y en parte ensangrentadas. Tiene cortes en el rostro y algunos dedos.

Se fija en el arma que traigo en las manos y eso parece dotarlo de un alivio inexplicable.

¿Qué tuvieron que hacerle para que ahora se sienta ansioso por morir?

—Solo hazlo rápido, por favor —suplica, mientras vuelve a agachar la cabeza.

Eso me rompe el corazón.

Le saco el seguro al arma y la levanto, apoyándola a la altura de su cabeza. Por un segundo me siento tentada a librarle de este sufrimiento, a ponerle fin a sus últimos y peores momentos, pero algo me impide jalar el gatillo.

—Ay, Alicia... —susurra él, tan despacio que casi ni lo oigo—. Mi bebé, mi amada hija...

No puedo hacerlo.

No puedo matar a alguien, no puedo dejar a esa niña sin su padre. Simplemente no puedo.

Giro mi rostro hacia la ventana tras la cual se hallan esos hombres. No puedo verlos desde aquí, pero estoy segura de que están mirando como si esto fuera el espectáculo de un circo. Y no seré yo quien les dé el gusto.

Me centro en mi reflejo, que me está devolviendo la mirada en el vidrio espejado: No soy una asesina.

Bajo el arma y volteo en dirección a la puerta. Está cerrada de nuevo, así que la golpeo con fuerza. El comandante es el que me abre, por lo que le entrego el arma de inmediato.

—Lo siento, señor. Desisto de esta labor.

—¿Có-cómo...?

Está sorprendido, pero no tanto como lo estoy yo misma por estar oponiéndome al pedido directo de un superior.

—No mataré a ese hombre —sentencio, firme—. No tengo ninguna intención de matarlo y tampoco lo considero un premio por mis logros. No lo haré.

Él arruga el entrecejo, molesto por mi negativa.

—Agente —expresa, de forma imperativa—. ¿Está segura de rechazar la compensación de la cual la hice merecedora? —Asiento, sin ninguna duda, y esto lo enoja incluso más—. Es usted una vergüenza para esta institución, pero esto no se quedará así —se queja y, sin mediar más palabra, se dirige al fondo de la habitación.

Su amenaza resulta en el empujón que me hace ser consciente de que nadie más que yo verá mi actuar como algo heroico. No obstante, no me retractaré, así que paso a la habitación contigua donde los demás hombres me observan anonadados. Evidentemente han escuchado la conversación, pero no me quedo allí a enfrentarlos, sino que me dirijo directamente a la puerta de salida.

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⏰ Última actualización: Apr 11 ⏰

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