Tal vez los miércoles para muchos sea uno de los peores días, no estás ni empezando ni terminando la semana, todo parece ser lejano en relación al fin de semana, pero para Enzo los miércoles son uno de los mejores días. Después de un miércoles feriado de hace dos años atrás en el que habían comido panchos en un carrito de la plaza, habían bautizado los miércoles de panchos, aunque solían variar la comida, el chiste estaba en tener un "almuerzo familiar" como le gustaba decir a Nahuel. Durante el horario escolar, lo único que pasaba por la mente de Enzo era ir a comer con sus amigos. Si bien salían todo el tiempo juntos, e incluso iban al mismo curso, él quería pasar casi todo su tiempo con ellos. Ese grupo de años le llenaba el corazón de alegrías, y él quería sentirse así todo lo posible. Aunque no se los dijera, él los amaba con todo lo que eran, con lo bueno y lo malo, con sus defectos y sus virtudes.
— Fernández, la cinco. — lo llama la profesora y él alza la mirada confundido.
— ¿Ah? — dice en voz alta dejando en evidencia que no había estado prestando atención a la clase.
— Que le digas la respuesta de la cinco, eso te está pidiendo. — le responde Cristian sentado a su lado.
— Uh, no la hice profe. — dice rascándose la nuca.
— Signo menos, Enzo. — dice la profesora negando con su cabeza. — ¿Julián? ¿hizo la cinco? — le pregunta, y la atención de Enzo se desvía al nombrado.
— Ah, sí, yo puse que.. — empieza a responder, pero el azabache no escucha, pero tampoco desvía la mirada.
Julián se gira y le devuelve la mirada, se quedan mirándose hasta que el timbre del recreo retumba en toda la institución
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
