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Siempre había sido entrometido. 

Por absurdo que parezca, tal vez lo odiaba (o irritaba, odiar  es una palabra muy fuerte) por esa simple razón. Siempre tuvo esa necesidad de ayudar y meterse en los problemas de los demás aunque no le incumbiese, sin importar si de alguna manera él salía perjudicado. 

Siempre acercándose con un brillo en los ojos como si estuviera diciendo "no te preocupes, te ayudaré" tratando de malditamente tranquilizarlos, como si siquiera estuviesen pidiendo por su estúpida ayuda. Carajo, no podía estar más irritado.

Incluso ahora, en su segundo y penúltimo año en la UA, mientras caía de la azotea de un edificio de 20 pisos al ser empujado por un villano idiota que decidió interrumpir sus practicas; incluso ahora  no dejaba de sentir la vena de irritación palpitar en su sien.

Durante su caía de espaldas a una distancia de al menos 80 metros con respecto al piso, sintiendo la fuerza que ejercía el viento sobre su espalda y resonando en sus oídos, podía ver sus ojos llorosos a un par de metros arriba suyo, cayendo con la misma intensidad y con esa maldita mirada de mierda en sus ojos. Un grito desgarrado salía de su boca.

"¡Kacchan!"

Hizo una mueca. Malditamente irritante.

Izuku, ajeno a su rabia, estaba muy decidido a alcanzarlo; su cuerpo estaba cabeza abajo con el viento corriendo sus cabellos fuera de su frente y uno de sus brazos extendidos, tratando de tomar su mano. A decir verdad, no sabia qué estaba planeando una vez que logre alcanzarlo, tampoco es como si Katsuki no pudiese frenar la caída con las explosiones de su quirk pero, sinceramente, no quería saberlo.

"Te tengo." Exclamó una vez que sus manos estaban fuertemente agarradas, las del peliverde apretando fuertemente la suya. Una sonrisa de alivio decoró sus pecosas mejillas. Se encontró sonriendo también, pero la suya era mas bien algo sarcástica. 

"¿Y ahora qué, idiota?" No pudo evitar burlarse. Bastado impulsivo.

La sorpresa en el rostro de Izuku fue, de cierta manera, satisfactoria para él.

Pero antes de que comience a tartamudear (porque obviamente el bastardo comenzaría a tartamudear), sintiendo el suelo lo suficientemente cerca de su espalda como para que se inquiete, con una sonrisa ladeada tiró del agarre entre sus manos hacia sí y lo tomó de su antebrazo provocando que el rostro del otro choque contra su pecho. Maniobrando logró ponerlos verticalmente y, con Izuku aun pegado a él, provocó explosiones con su mano libre deteniendo así la caída.

Cuando ambos pares de pies estuvieron firmemente sobre el suelo, Bakugo lo empuja rehuyendo al tacto y volviendo a su estado irritado.

"Lo tenía todo controlado, Deku."

୨୧

Bakugo nunca se consideró una persona rencorosa, pero cuando algo daña su orgullo, es difícil que lo olvide.

Cuando manifestó su quirk por primera vez el orgullo infló su pecho al mirar las pequeñas explosiones que podía provocar en sus palmas, era joven y era el primero de sus amigos y la primera vez que lograba hacerlo, pero eso no evitó que se sintiera poderoso,  y basándose en la admiración presente en los ojos de los demás niños que lo rodeaban, sabía con certeza que iba a ser un gran héroe, el mejor. Era algo indiscutible. 

Es por eso, gracias a su increíble poder, que lograría hacer todo lo que se proponga, sin la necesidad de recibir ayuda. Pero había un problema. Haga lo que haga, fuera a donde fuera, siempre había un mirada verdosa siguiendo su espalda. Con los días, en lo que un inicio fue admiración y asombro en sus ojos se reemplazó por preocupación, inquietud, miedo de que algo pudiese pasarle. A él. Como si no fuese lo suficientemente fuerte como para luchar solo. Como si no pudiese levantarse por si mismo después de caerse en un jodido rio.

Te tengoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora