Capítulo 2: ¡Huye!

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Hayato ordenó a  una de sus doncellas que arreglara la falda de mi vestimenta. Sí, el conjunto que había roto era para mí... y volvía a estar muy confusa sobre sus razones. No podía ser amable porque sí. La falda fue recortada y superpuesta de forma que mis colas pudieran salir fuera con facilidad. La libertad que me hacía sentir me embriagaba, pero necesitaba más; necesitaba continuar explorando el mundo humano. Cuando se lo pedí, me preguntó si no podía hacerlas desaparecer, pero no de dónde venían ni por qué... y eso me pareció gracioso, porque todos los humanos son así. No quieren saber lo que ha pasado, solo quieren disimularlo para no llamar la atención o levantar sospechas. Ni siquiera cuando respondí "son parte de mí" se interesó en saber por qué. Solo quería que desaparecieran.

-¿Cómo se supone que viviré aquí? En el norte la magia solo es usada por los mejores soldados de la guardia y los curanderos -le pregunté el segundo día durante el desayuno. 

Hayato era el joven hijo de uno de los hombres más ricos de Jonia. Se preparaba desde hacía años para el día en que pudiera dar la vida por su gente, dispuesto a darlo todo por su seguridad y bienestar... lo cual era muy enternecedor. Jamás había tenido sentimientos como estos, de comprensión, de admiración. Había vivido en la sombra de mi destino, un destino que me impidió tener piedad o remordimientos cuando me dio un cuerpo de zorro y no de persona. Ahora que lo tenía... notaba cómo en mí florecían nuevas sensaciones y sentimientos.

-No demuestres tener magia -contestó después de tragar el pan tostado con frutos silvestres que había engullido con tanta ilusión. Comía como tres hombres aunque se mantenía muy delgado, era casi sospechoso-, finge que son decoración, parte del vestido -dijo señalando con la mirada a las colas. Y repitió-: No utilices magia.

-¿Y si es necesario?

Me mira durante unos instantes, dudoso. Parece tener miedo a que la utilice, pero yo no entiendo qué es lo que lo causa. Habíamos hablado varias veces sobre lo que hice y mis poderes. Le costó creer que jamás los había utilizado hasta ese momento, pero terminó aceptándolo. No le dije que era un zorro, puesto que no lo vi necesario. Ni siquiera creí que fuese a creerme. Pero sí que quería decírselo en algún momento, y si mi estancia iba a ser de tres días... tenía un día más.

-No lo será -concluyó, después de unos segundos muy largos-, no mientras estés bajo mi protección.

La conversación terminó ahí. Me acompañó más tarde al jardín, donde pude disfrutar del sol, las flores y la más pura belleza de los prados de Jonia reunidos en un mismo lugar. Después de una hora danzando entre cerezos y oliendo orquídeas paradisíacas, me acurruqué sobre un banco de madera, con mis colas envolviéndome. Si solo hubiese tenido tantas cuando era un zorro y llegué a pasar frío en las peores expediciones de mi vida... 

Por la mañana, declaré que me iría a la mañana siguiente. No quería abusar de su hospitalidad, más aún sabiendo cómo son los humanos. Jamás los he comprendido completamente pero... sé cómo actúan y conozco sus intenciones. Lo que en un momento es dado por pura amabilidad se convierte en meros intereses. Para mi sorpresa, él no me pidió que me quedara. No insistió lo más mínimo, aunque sí lo aceptó con pesar. 

-Podré volver a verte -dije con una sonrisa, intentando sonar lo más reconfortante posible. Y no mentía; Runaterra podría hacerse pequeña para mí en un tiempo. Tal vez meses, años, décadas... pero tarde o temprano habría terminado mi trayecto y seguramente querría volver a Jonia. Podría reunirme con mi manada y contarles todo lo que he visto... cómo cumplí mi sueño. Asintió.

-Tengo una única petición para ti -dijo, un poco triste. Lo miré expectante, contenta de saber que me recibiría-. Hoy hay un baile en la Ciudad Capital. Mi familia y yo acudiremos, acompañados por gente de la talla de la duquesa Karma o la capitana de la guardia, Irelia. Será un evento único. Quiero que seas mi acompañante.

Nueve colasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora