Capítulo 4: Oscuridad

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Aunque había repetido el plan en mi cabeza mil veces, no me sentía preparada para lo que iba a hacer. Me sentía como una traidora. Había dejado a compañeros de manada que se habían sacrificado en situaciones imposibles... pero no podía hacer esto. Estos humanos y sus sentimientos... ya podría haberme ahorrado lo segundo.

-¡Ya veo la Academia! -exclamó Lux, como si hubiese visto un milagro. Y bueno, no se alejaba demasiado. Habíamos tardado más de lo esperado en las montañas por culpa de Ezreal. Decidió desaparecer una noche y no volver hasta la tarde, porque tenía que buscar algo en las Montañas del Hierro. Aquello nos dejó con menos suministros de los que necesitábamos, pero no quitó el brillo en los ojos de Lux al ver al causante de tal peligro.

-La habrías visto antes de no ser por alguien -dijo su hermano por lo bajini, aunque todos lo escuchamos.

-¿Estáis seguros de que nos dejarán pasar una noche? -preguntó Ezreal.

-No -respondió firmemente Garen-. ¿Una Academia que busca quedarse con los talentos? Hay posibilidades de que no nos permitan quedarnos, pero también las hay de que nos quedemos y nos obliguen a quedarnos.

Ezreal y Lux tragaron saliva ruidosamente, algo que no entendí. ¿Una Academia no debe ser buena?


Unas escaleras interminables se encontraban frente a nosotros. La noche hacía de ese lugar un sitio tenebroso, pero de mí una fiera indomable de la que jamás se apoderaría. No tenía miedo. Estaba preparada para cualquier cosa. De hecho... quería un desafío que solo podría encontrar entre esas paredes.

De repente, escuché unas risas acercándose desde los arbustos. Me paré en seco, igual que mis compañeros.

-¿Qué pasa, Ahri? -preguntó Ezreal, extrañado.

-He oído...

Las risas cambiaron de dirección. Provenían de los arbustos en el otro lado del camino. Los señalé. Todos esperamos pacientemente a que quien se estuviera riendo, saliera de ellos.

-Seas quien seas, sal -ordenó Garen, llevando su mano a la espada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo antes de sentir una respiración extraña, suave pero continua, en mi oreja.

-Pero... si ya he salido -dijo una voz, riéndose. Pegué un puñetazo al cielo, en dirección a mi oreja. Fue en vano- ...muy... tarde... -dijo, arrastrando cada palabra, acompañada de una risa que estalló antes de acabar la última sílaba.

-¡¿Qué eres?! -grité- ¡Sal, cobarde!

Era el desafío.

-Ya he salido -se rió-, ¡eres tú quién no me ha encontrado!

Las carcajadas se hicieron cada vez más fuertes.

-¿No es demasiado tarde, no estás demasiado sola? -dijo otra voz, más profunda y menos humana.

-Tengo... -dije, girándome en busca de mis amigos. Noté cómo unos brazos afilados me agarraban. Pero no podía verlos... no veía nada. ¿Qué estaba pasando?- ¡¿Qué es esto?!

-Oscuridad...


De repente, las manos dejaron de agarrarme y sentí cómo era depositada sobre un suelo frío. Me llevé las manos donde habían estado las zarpas que me habían capturado. Instintivamente, sin saber muy bien cómo, invoqué la orbe de cristal que me había salvado en tantas ocasiones. La acerqué a mis ojos, notando el calor no solo en mis manos. Poco a poco, la luz se hizo paso en aquella oscuridad. La luz se apagó, dejando paso a la cara de un ser. Tenía los ojos completamente azules y brillantes, y una sonrisa de oreja a oreja. Era una máscara. Sabía lo que era, era un bufo. Pero no uno cualquiera.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2015 ⏰

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