Capitulo 12

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A la mañana siguiente, Jeongin tenía que arreglarle el mecanismo de encendido a una camioneta y los frenos a una furgoneta. Y también tenía un dolor de cabeza que no cesaba. Había llorado demasiado y había dormido muy poco. Y tal y como se sentía, no creía que las cosas fueran a cambiar pronto. Durante la mayor parte de la noche se había arrepentido amargamente de confesarle a Hyunjin que lo quería. Seguramente, en aquel momento sólo sentiría lástima por el. Ademas, aquellas palabras sólo servían para inspirarle terror a los hombres de todo el mundo.

Mientras observaba la ciudad por el ventanal de su oficina, pensó que quizá debiera vender el negocio y marcharse de la ciudad. No, del estado. Sin embargo, no podía hacer aquello. Ceder ante el pánico y huir. Lo que iba a hacer era vivir su vida. Fingir que todo iba bien, con normalidad, hasta que finalmente aquello fuera verdad. Debía tener una actitud mental positiva. Aquél era el quid de la cuestión. Mantendría una actitud positiva en público, y lloraría sólo en privado.

Todo saldría bien.

—Mentiroso —se dijo.

Con un suspiro, Jeongin pensó en irse a casa, pero sabía que no resolvería nada haciéndolo. Al menos allí, en el garaje, tenía cosas en las que concentrarse. Y podría adelantar trabajo administrativo. Aunque lo que en realidad quería era tumbarse en algún lugar a oscuras y dormirse. Seguramente entonces, cuando se despertara de nuevo, su corazón estaría curado y podría pensar en Hyunjin sin querer abrazarlo ni darle una torta.

No. Las cosas no serían tan fáciles.

Tendría que enfrentarse con Hyunjin, al menos hasta que lo destinaran a otra base, o lo enviaran a otro país, o algo por el estilo. Tendría que aprender a vivir con lo que había sucedido entre ellos. Tendría que aprender a vivir con el corazón roto. Aquello no podía durar más de diez o veinte años.

—Pan comido.

La camioneta de reparto de una floristería se detuvo frente al garaje, y Jeongin estuvo a punto de soltar un gruñido.

Oh, Dios, más flores. La noche anterior le había llevado el ramo de perdón. ¿Qué le había mandado aquel día? Quizá el ramo de «siento mucho que tú me quieras y yo a ti no».

—Esto es cada vez más humillante —se dijo, mientras iba hacia la furgoneta de la floristería bajo el sol abrasador.

—¿Yang Jeongin? —le preguntó el chico del reparto. Había saltado del vehículo con una caja larga y blanca atada con un lazo rojo entre las manos.

—Sí, soy yo —respondió, acordándose de que aquel muchacho no tenía la culpa de nada. Sólo estaba haciendo su trabajo—. Pero si son para mí, puedes llevártelas.

—¿Eh? ¿No las quiere?

—No.

«Sé fuerte», se dijo. «Sé firme. Sé positivo».

El muchacho se rió suavemente.

—Él me dijo que probablemente ocurriría esto, y que le diera un mensaje.

—¿Qué mensaje? —le preguntó Jeongin, estupefacto.

—Me dijo que le dijera... —el chico entrecerró los ojos, como si estuviera intentando acordarse de las palabras exactas—. ¿Eres demasiado gallina como para mirar lo que hay dentro?

—¿Gallina? —repitió Jeongin, más asombrado aún—. ¿De verdad ha dicho «gallina»? Es como si estuviera en quinto curso.

El chico se encogió de hombros, con la caja entre las manos.

—Bueno, entonces, ¿es usted una gallina? No se ofenda, por favor.

—No, no —dijo el.

—Bien. Entonces, firme aquí.

Más que un amigo. [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora