FINN

El día del partido.

Dos horas más tarde en el hospital Carlos III, Caroline despierta. No recuerda nada de lo que ha ocurrido hace unas horas, estaba hablando con su novio y se ha caído. ¿Qué hace allí? Está sola en la habitación. Las cortinas están descorridas y por las ventanas entra una luz cálida y acogedora, pero eso no hace a la joven sentirse mejor. No entiende nada.

La puerta se abre y por ella entran Sofía, la hermana mayor de Caroline; Nieves, su madre y Oliver.

- ¿Cómo estás, amor?- Sofía tiene los ojos empañados, su hermana mayor tiene 23 años, cinco más que ella, pero aun así sigue sin ser capaz de ocultar lo que piensa, sus ojos la delatan. Algo malo pasa.

- Bien, supongo. ¿Qué ha pasado?

- Estabas en el instituto, te caíste y te golpeaste la cabeza. Oliver te trajo aquí. Te han hecho unas pruebas y en un rato nos podremos ir a casa. Nieves parece sosegada, está preocupada pero no quiere poner nerviosa a su hija. Los análisis están bien y no le pasa nada. Seguramente haya sido una bajada de azúcar. Esta mañana no has desayunado.

- Lo sé. ¿Por qué lloras? ¿Sofía, qué pasa?

- ¿¡Tú sabes el susto que me has dado!? ¡Pensaba que te perdía!

- Que hermana tan extremista que tengo. Sofi, estoy bien. Ya has oído a mamá, ha sido una bajada de azúcar.

Sin decir nada se abrazan. La cara de la hermana mayor era muy triste, sus ojos no brillaban, se había asustado muchísimo. Las hermanas llevaban meses sin hablar. En verano discutieron y el orgullo de ambas las había alejado. Pero por mucho que se pelearan, el amor que siente la una por la otra es mucho más fuerte ahora.

La puerta se abre en ese momento y aparece una mujer bajita y regordeta con una bata blanca. Cuando ya está en el centro de la habitación se acerca a Nieves y sin mediar palabra le entrega un papel. Cuando ya está prácticamente fuera de la sala comenta:

- Si firma los papeles, podrá llevarse a su hija a casa.- acto seguido cierra la puerta de la habitación.

Varias horas más tarde ya están todos en casa. Caroline está deseosa de ir al partido de Lacrosse, es la titular y el último partido de la temporada. En cuanto ha llegado a casa se ha despedido de Oliver y se ha dado una ducha. Tiene la ropa para el partido ya puesta y espera en su cuarto, escuchando música, a que su madre se prepare para llevarla a Coslada, lugar en el que tendrá lugar el encuentro. Sus rivales son duras, ella lo sabe bien. La última vez que jugaron contra ese mismo equipo perdieron. Esta vez sería diferente, Caroline ha entrenado mucho, su pasión por el deporte es impresionante.

En el marcador, 3-0. De nuevo, van perdiendo. Caroline juega de delantera. No están jugando nada bien. En cuanto la joven ha tenido que sentarse en el banquillo por culpa de un calambre en la pantorrilla, el equipo contrario ha apretado mucho y han marcado dos puntos. Ha calentado muy bien, no debería haberle dado ningún calambre y ha vuelto a tener tics en el ojo. Hoy nada le sale bien y le cuesta muchísimo expresarse.

El entrenador está muy descontento pero no tanto como las jugadoras. Se pasea nervioso delante de los banquillos. Está empezando a anochecer aunque todavía son las 6 de la tarde. Los focos del campo están encendidos y los espectadores no pierden detalle de los movimientos que hacen los equipos en el campo.

- ¡Caroline! ¡Calienta rápido, vas a entrar!- grita el entrenador desde la otra punta del banquillo.

Tiempo muerto. Reunión de los equipos, hay que cambiar la estrategia. La defensa es muy pobre en comparación con el contrario. Hay que reforzar el ataque. Se acaba el tiempo muerto, entra en el campo el número 4, Caroline; se queda en el banquillo el número 7.

 El equipo empieza fuerte, en poco tiempo se sitúan de forma sorprendente, Caroline está frente a la portera del equipo contrario. Salta y... De nuevo ese sentimiento de impotencia, sus brazos no responden, las piernas le fallan. Cae al suelo, no puede moverse. Su cuerpo no responde.