Capítulo 2: sobre el hecho de que Kanae y Sousuke todavía tienen que estudiar

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El último año y medio de la vida de Kanae había sido una locura. Desde convivir con humanos artificiales con recuerdos de compositores clásicos, una invasión alienígena e incluso evitar la destrucción de la ciudad. Lo había vivido todo en muy poco tiempo, pero eso no la libraba de tener que presentarse a los exámenes finales del curso y, aunque Kanae no se consideraba una de las mejores estudiantes de su clase, seguía esforzándose por mantenerse algo por encima de la media.

Durante el periodo de exámenes solía encontrarse más irritable de lo habitual y al menor ruido se quedaba refunfuñando durante unos buenos minutos. Ahora bien, incluso con este panorama, la mansión Otowa nunca había sido el lugar más tranquilo debido a sus residentes y a su magnetismo por las situaciones absurdas. Hasta una mosca era un buen motivo para discutir.

Crash!

—¡MOZART! —

La voz de Liszt se oía desde el segundo piso y no parecía muy contenta.

Mientras tanto, Kanae refunfuñaba irritada mientras recogía sus apuntes y bolígrafos.

—Es imposible concentrarse en esta casa. No hay ni el más mínimo respeto por los estudiantes que viven aquí  —

Dvorak, que finalmente decidió dejar de verse como un hipopótamo mágico y prefirió quedarse con el aspecto humano tras negarse oficialmente a seguir trabajando para la compañía ferroviaria, observó a Kanae en silencio. Al cabo de un par de minutos decidió hablarle.

—Si me permites una sugerencia... ¿Has probado esas cafeterías donde la gente va a estudiar o a teletrabajar? —

Kanae le miró con el ceño fruncido.

—¿Hay alguna de esas por aquí? —

—Sí, aunque no sé dónde está concretamente. Te recomendaría que hablaras con Shubert, ya que trabaja en una... —

Se lo pensó un poco antes de contestar.

—Sí, es verdad, me lo había comentado antes. Le preguntaré —

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Al principio, Kanae no estaba muy segura de la idea, pero tras llegar al lugar su opinión cambió bastante.

 La cafetería no tenía ninguna característica que la diferenciara de las demás, salvo el silencio que reinaba en ella. Todo el mundo estaba utilizando el portátil, ya fuera leyendo o escribiendo, o sus propios apuntes.

Intentando no hacer demasiado ruido, Kanae se dirigió a la máquina donde podía hacer su pedido y pagar. Cuando decidió qué pedir e hizo el pago, le llegó el recibo con un número que indicaba la mesa que ocuparía junto con la indicación de que un camarero le traería su pedido cuando estuviera listo.

Kanae fue a sentarse en el lugar que le habían asignado y reanudó sus estudios sin problemas. Al cabo de un rato, ya estaba tan inmersa en sus apuntes y diagramas que no se dio cuenta de que había alguien a su lado y cuando oyó que colocaban un vaso sobre la mesa se sobresaltó.

—Perdóname, no quería asustarte —

La chica se giró para ver quién le hablaba.

Se trataba de una joven de complexión andrógina que vestía el uniforme de la cafetería, junto a una etiqueta con su nombre en la que se leía "Eri" y en la que sostenía una bandeja.

—Oh, no pasa nada, de verdad. Estaba tan concentrada en mis apuntes que no me di cuenta de tu presencia — dijo en voz baja mientras señalaba el montón de hojas en cuestión.

Hasta que volvamos a encontrarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora