Prólogo

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Faris










La tristeza me invade desde aquella
dolorosa separación. Ha llevado a los psiquiatras recetarme antidepresivos que no hacen efecto alguno. Dijeron
que padezco una fuerte depresión,
dependencia emocional, y ansiedad.
Son duras de tratar. Los hombres vestidos de blanco quieren acabar con algo que está dentro del corazón. Un abrazo suyo curaría el dolor que
no me deja dormir por las noches.
Muerdo mis uñas sentado en el
rincón viendo por la ventana con
candado. Arranco los cueros de piel
que cuelgan de las orillas de mis
dedos. Lloro sin consuelo anhelando
verlo de nuevo. Las filosas agujas que introducen en mi cuerpo calman mis nervios. Una paz me atrapa, y perdido en mis recuerdos, escucho su voz susurrarme al oído: «algún día vamos a escapar, confía en mí», besa mi mejilla y me abraza con fuerza.

Ellos hablan sobre mi pasado como
algo desagradable, cruel, vergonzoso.
Para mí es precioso e inolvidable
porque él estaba a mi lado.

Se preguntan por qué no lo odio después de todo lo que me hizo. Y bueno, no lo odio porque lo amo. Crecimos en las sombras, ocultos de
la ciudad. Los hombres golpean a las
mujeres, tratándolas peor que
animales. Las atan a ellos como si
fueran de su propiedad, son
explotadas a morir. Los niños con
lindas caritas como yo, son violados,
humillados, subastados y maltratados. Robaron mi inocencia en una
habitación vacía oscura, y con largas
tiras de un líquido blanquecino
llenaron mi cuerpo.

Fue un enorme monstruo del que
Dios no pudo salvarme. Su creación
fue mi destrucción. Rezar era
esperanzador cuando el dolor se
volvía insoportable, cuando las noches parecían interminables, y las lágrimas imparables, sin embargo no era seguro.

HUSBANDADDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora