Capítulo dos

2 0 0
                                    

Aldonse







Todo se va a la mierda en el instante
en que sus labios rozan mi cuello.
Sujeto con fuerza sus muñecas contra
el colchón. Me posiciono en su
entrepierna cuando separa los muslos.
Se está convirtiendo en mi parte
favorita el saborear su lengua. Le beso
el cuello y las clavículas, causando
placenteros sonidos de su boca.
No soporto la calentura, agarro la liga
de su short para bajarlo, pero lo
impide con torpeza.
—Espera —pide agitado.
—¿Qué sucede? —niego.
—Me da... vergüenza.
—¿Vergüenza?
—Sí.
—No debes avergonzarte, somos
hombres.
—Pero tengo miedo —confiesa
tímidamente—, ¿eso duele?
—Es probable —respondo mirando su
rostro indeciso—. No lo haremos si no
quieres.
—Sólo tócame.
Deslizo el short y los calzones hasta
los tobillos, miro su miembro rosado,
rodeado por escaso vello oscuro.
Sonrío ante su rostro enrojecido. Bajo
mis pantalones descubriendo el pene.
Faris abre la boca, asombrado por el
grosor.
Agarro con una mano su miembro y
con la otra el mío. Pego el pulgar a su
glande dando un suave masaje, la tela
sube y baja. Tomo nuestros penes en
una mano. No puede mantener la
boca cerrada, y yo no separo la vista
de sus expresiones.
El muñequeo aumenta al igual que
sus quejidos. Quiero llevarlo al
clímax.
Lo introduzco en mi boca, chupo
suave, luego brusco. Sin avisar mueve
la cadera sosteniendo mi cabeza. Es
exquisito que penetre así. Junto el
ceño al sentir el líquido inundar, lo
trago todo. El semen de este hombre
es todo lo que quiero beber a partir
de ahora. Deleitado por los gemidos
sigo masturbando hasta que la última
gota sale.
Sufre contracciones posicionándose
de lado. Aprovecho el momento para
darme placer hasta venirme.
—Faris, por favor —tengo la vista
nublada y el rostro caliente—. Déjame
entrar en ti.
—Aún... no estoy listo.








Faris






Aldonse y yo tenemos una conexión
que me cuesta describir, pero es muy
fácil de demostrar. Se fue temprano
de casa. Olvidó comprar crema de
cacahuete. Aprovechando que estoy
solo, voy a la tienda de la vuelta a
comprar algo de pan dulce. Trato de
regresar antes que él o si no me
reprenderá. Subo las escaleras. El
miedo se apodera de mí al ver la
puerta entreabierta. Entro sigiloso. El
lugar está vacío. No hay muestras de
que un extraño se metió.
—¿Aldonse?
—¡Honey! —grita saliendo de la cocina.
—Me asustaste.
—¿Dónde estabas?
—Comprando pan dulce —pongo la
bolsa sobre la mesa—. ¿Por qué
dejaste la puerta abierta?
—Iba a salir a buscarte —responde
echando su cabello hacia atrás—. Odio
que salgas solo.
—Es que tenía hambre.
—Debiste quedarte aun así.
—Lo siento.
—No importa. Mira, traje un regalo.
Se aparta de mi lado. Las dudas del
posible detalle me consumen por
dentro. Pienso en qué es. No se me
ocurre nada.
Abro la boca de la sorpresa. Creo que
voy a llorar. Aldonse carga un
precioso cachorro pitbull de color
blanco con manchas café en su rosada
panza. Sus ojos son pequeños en
forma de canicas y nariz de corazón.
Sonrío a lo grande. Muero de ternura.
Sujeto al cachorro en mis manos. Es
suave. Lame mis dedos. Aldonse se
mantiene de pie mirando la escena.
Es el primer cachorro que crío.
Siempre quise tener un animal para
saber cómo es su compañía. Moría
por descubrir si es tan maravillosa
como dicen.
—¿El perro es mi regalo? —los ojos
me brillan de emoción al verlo
asentir—. ¿Por qué?
—Quiero que dejes de sentirte solo
cuando no esté en casa.
—Gracias, lo cuidaré bien —acaricio al
cachorro—. Aunque no sé cómo se va
llamar.
—Escoge el nombre que quieras.
Tras pensar por un instante, capto el
primer nombre que se me ocurre.
—Bebé, que se llame Bebé.
—Mejor «Baby».
—¿Qué significa?
—Bebé.
—Bien, suena más elegante —sonrío.
—¿Y por qué le pones ese nombre?

HUSBANDADDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora