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Ahí estaba ella. Dibujando estrellas.

Corría entre risas alrededor de la fuente escapando de tres perros, con los que estaba jugando. Vestida con un delicado vestido blanco hasta las rodillas, descalza, y con el cabello a medio recoger con un lazo blanco. Shit, ella e' una princesa, cabrón.

Juraba sentir que mi sangre dejó de circular, mi respiración se entrecortaba, mi pecho se oprimía y mis ojos ya picaban. Quería llorar todo lo que me restaba de vida, mierda. La sensación que sentía era inexplicable. La busqué tanto tiempo. Creció mucho, era más alta, delgada, su tez blanca, su cabello castaño, sus delicadas facciones ya un poco más madura, era una divinidad. Inclusive su risa era armoniosa. Parecía sacada de una película de ficción y fantasía, pero ella de verdad era real.

De repente, como si la vida me quisiera torturar por última vez, recordé los momentos que compartimos juntas en el pasado. Aquella amistad era tan fuerte que podíamos contar la una con la otra en cualquier momento. Solíamos pasar horas hablando de nuestros sueños y deseos, compartiendo risas y lágrimas. Ver a mi amiga de la infancia nuevamente fue un recordatorio de lo importante que es valorar las relaciones y las conexiones que tenemos. A veces, la vida nos separa de las personas que amamos, pero si realmente importa y vale la pena, el tiempo y la distancia no pueden romper los lazos que hemos creado. ¿nunca han tenido alguna amistad que sientan que la necesitan para toda la vida?

Pero ahora, aquí estamos, yo observándola desde un balcón con el miedo de que no me reconociera después de tanto tiempo, y con el corazón en la mano.

- Si gustas puedes bajar a verla... - Eric me ofreció amablemente. Observé la baranda una vez más y asentí con una sonrisa. Miré a Mariana. Me asintió con una sonrisa segura. Tomé valor y comencé a caminar saliendo de aquel balcón, bajo la atenta mirada de todos, la mayoría confusos seguramente.

Bajé las escaleras de la gran casa. Mis manos en la boca, comiendo nerviosamente mis uñas y la piel. Sentía que si no ponía fuerza suficiente para caminar comenzaría a flaquear. Fue increíble lo mucho que ella me marcó, tanto que, ahora estaba en este estado. Caótica.

Llegué a la planta baja, atravesé la gran sala y llegué a la puerta de cristal que daba al patio sin fin. El arrepentimiento me comenzaba a inundar, ¿Qué le diría?¿y si no me reconoce?¿y si quedo como una idiota?¿y si fui yo sola la que la extraño desesperadamente?¿qué pasaría a partir de ahora?

Tragué duramente mientras tiraba de la manija, abriendo lentamente la puerta. Coño, me sentía una idiota por no poder abrir una puñetera portería como alguien normal.

Salí con el poco coraje que me quedaba, y comencé a buscarla con la mirada. Caminé hasta la fuente donde anteriormente la ví. Miré hacía arriba, donde encontré varías miradas desde el balcón. Entre ellas la de Isarel, quien me veía confundida intentando entender todo. Por otro lado, estaba Mariana, quien me sonrió algo melancólica y me señaló hacia cierta dirección.

Miré rápidamente hacia donde me indicó.

Y ahí estaba. Allí, saliendo detrás de unos árboles. Corriendo hacia aquí. No me ha notado aún. Escapando de tres chuchos. Reía. Disfrutaba. Vivía. Conquistaba. Atrapaba. Y... Se detuvo, al igual que el tiempo.

Quedó inmóvil cuando notó mi presencia en medio de aquel parque, mágico ante mis ojos, ella era mágica. Me observó, me miró de arriba a abajo, y tragó duramente saliva. Sin decir ninguna palabra, parecía haber entrado en un trance, mientras una mirada insegura me escaneaba.

Parecía una maldita escena de ficción, que ojalá hubiera sido de otra manera. Aun así, la tenía frente a mí, solo a unos metros de distancia. Sintiendo el deja vú de la última vez que la ví, en el parque de su casa, parecido a este, a la misma distancia, diciéndole que la amaba, y que tan solo éramos unas niñas que tenían todo el tiempo del mundo para volvernos a ver. Mis ojos picaban, y a pesar de mis esfuerzos sabía que estaba a nada de llorar.

Estaba tan bonita. Sentía que si la miraba demasiado la rompería en miles de pedacitos de lo delicada que parecía.

- Ame, baby... - dije asolada, esperando que me recordara. Amelie mordió temblorosamente su labio inferior. Caminó hasta quedar frente a mí. Su mano derecha subió hasta mi mejilla y la acarició.

Y después de tanto tiempo, la encontré.

- ¿Miko? -preguntó por lo bajo, mientras luchaba al igual que yo por no dejar caer las lágrimas que querían desbordar de nuestros ojos. Era inexplicable lo que sentía, al tenerla frente a mí, teniendo el privilegio de verla, admirarla, y escuchar ese bendito apodo que solo le pertenecía a ella. Ese bendito apodo que causaba miles de sensaciones en mi cuerpo.

- Te encontré, chula. - dije comenzando a sentir las lágrimas en mis mejillas. Un sollozo salió de sus labios, y sus ojitos se empañaron. Rápidamente rodeó mi cuello con sus brazos mientras comenzaba a llorar como una pequeña niña, tal como la última vez que la ví. Rodeé su cintura y la apreté contra mi cuerpo. Nos abrazamos con fuerza, como si quisiéramos compensar el tiempo perdido. Todo era inexplicable, y las palabras no eran necesarias en ese momento, ya que transmitimos todo lo que necesitábamos decir. Sentí una sensación de paz y felicidad al darme cuenta de que nuestra amistad había resistido la prueba del tiempo y que el destino era cruel pero no tanto como lo había pensado. Lo mucho que había extrañado su presencia era tortuoso, el cómo su amistad había dejado una huella indeleble en mi corazón. Y si ella me lo permitía, iba a hacer todo lo imposible para protegerla, estar, y acompañarla.

¿Pero ahora quien me explicaba el desorden de sentimientos que me generaba?¿Quién me decía él porque sentía que mi corazón me gritaba por ella?


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Ya sé, están en su derecho y tienen permitido matarme.

Pero miren lo positivo, ¡actualicé!

¿Qué les pareció el reencuentro de las niñas? ¿Esperaban más? ¿Creen que es mucho?

Las leo, saludos <3.

¿it's baby miko, prr?

Take me close | young mikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora